Una finca, cámaras de seguridad, unos padres separados… El asesinato de Asunta, la niña residente en Santiago de 12 años, tiene similitudes con el caso Bretón en lo que se refiere a circunstancias que rodean el crimen y la investigación durante las primeras horas. Pero hay una diferencia de calado a priori: en el doble asesinato de los niños Ruth y José de seis y dos años ha sido condenado José Bretón, el padre de los pequeños que mató y quemó los cuerpos de sus hijos en una hoguera para vengarse de su exmujer y madre de los niños, Ruth Ortiz.
En el caso de la pequeña de Santiago, hay en marcha una investigación policial que ha situado como principal sospechosa a la madre: Rosario Porto. Abogada de profesión, de 44 años, está detenida y todavía no ha pasado a disposición judicial, a la espera de que se practiquen más diligencias de investigación, como el registro de la parcela familiar donde estuvo la tarde en la que desapareció la niña.
Como pasó con los niños de Córdoba, los padres están separados. En el crimen de Ruth y José, la separación fue clave para desentrañar el móvil del crimen. Bretón mató a sus hijos para castigar a su mujer, que le había comunicado semanas antes que quería separarse.
En este caso, el entorno de los padres sostiene que tenían una buena relación. Además, tenían previsto ir a la playa el día siguiente del crimen, según dijo la madre cuando interpuso la denuncia,
Rosario Porto es una abogada conocida en Santiago y estaba muy implicada en la educación de su niña, de origen chino, que adoptó con un año. Pero hace un par de años su vida dio un giro, como consecuencia de la muerte de sus padres. Cerró el despacho de abogados y orientó su actividad profesional al comercio con Marruecos, y se separó de su marido, Alfonso Basterra, periodista y también imputado en el caso. Según cuenta La Voz de Galicia, aunque Rosario había puesto fin a su relación con Basterra, convivían juntos algunas temporadas con la niña.
Fuentes de la investigación han contado a La Razón que la madre no se encuentra ahora bien y está en tratamiento psicológico. Según su entorno, en julio estuvo ingresada en una unidad de psiquiatría de una clínica de Santiago.
Una cámara de seguridad ha revelado una mentira de la madre. Rosario dijo cuando presentó la denuncia que la desaparación de su hija tuvo que producirse entre las 19:00 y las 21:00 horas. Pero las imágenes de las cámaras de seguridad arrojan dudas sobre el intervalo de tiempo en el que la madre asegura haber estado separada de su hija. En el caso Bretón, las cámaras de seguridad del parque Cruz Conde donde el padre aseguró que había perdido a los niños mostraron que entró solo en el recinto. No estaban los niños con él.
La sospechosa heredó de sus padres, entre otros inmuebles, una vivienda con una finca en Montouto (Teo), cerca de la pista forestal de Feros donde se encontró el cadáver de la niña.
Como en el caso Bretón, la parcela familiar atrae la atención de los investigadores. La finca de Las Quemadillas fue el último lugar donde estuvieron con vida los pequeños Ruth y José.
Rosario admitió cuando presentó la denuncia que estuvo en esa finca, donde se encontró una cuerda similar a la que se halló en el lugar donde dejaron el cuerpo de la pequeña. Es un trozo de cuerda de color naranja, que los policías hallaron en la rama de un árbol y, después, en la vivienda de Rosario. Ahora, se investiga si ambos trozos corresponden a la misma cuerda.
Hay otro elemento clave que supone una diferencia sustancial con el caso Bretón. De la pira funeraria de Las Quemadillas se encontraron múltiples piezas de huesos pequeños correspondientes a dos niños de seis y dos años. El jurado que declaró culpable a Bretón dedujo que esos restos correspondían a Ruth y José.
La Guardia Civil que investiga el caso de Asunta sostiene que el teléfono móvil sitúa a la madre cerca del cadáver. Además, las posiciones exactas de los teléfonos móviles de ambos detenidos aportarían información detallada sobre los movimientos exacto de los padres de los pequeña entre las siete de la tarde y la una y cuarto de la madrugada, cuando unos vecinos encontraron el cadáver de la pequeña.
En el caso de los niños de Córdoba, la información que aportó el teléfono móvil de Bretón fue relevante para incriminarle. El padre de los niños desconectó el teléfono cuando llegó a Las Quemadillas, el lugar donde entraron por última vez con vida sus hijos.
En el caso de Santiago, se ha encontrado el cuerpo de la víctima, que según las primeras pesquisas, pudo morir de asfixia. Los análisis de orina confirman que a la pequeña le administraron medicamentos para drogarla o dormirla. De esta manera, el criminal la redujo para que no opusiese resistencia.
El veredicto del caso Bretón señaló que el padre de los niños les suministró una cantidad indeterminada de tranquilizantes para causarles la muerte. En la casa de los abuelos paternos se localizaron las recetas de orfidal y motiván que le recetó su psiquiatra. Pero no se encontraron las pastillas. El tribunal popular llegó al convencimiento de que Bretón suministró a sus hijos las pastillas Motiván y Ordidal, bien en el trayecto o al llegar a la finca Las Quemadillas. Psiquiatras y pediatras declararon en el juicio que mezclar ambas pastillas en niños es un «cóctel letal».