Es el héroe del colegio Joan Fuster. Es la otra cara del ser humano, la que nos reconcilia con él. La que nos demuestra que alguien puede escuchar a alguien gritar temiendo por su vida y ese otro puede salir de su clase y arriesgar su vida por salvar otras. La de una compañera y su hija en este caso. No hay consuelo, no, en casa de los padres del joven, Lorenzo y María Pilar con los que vivía que ni siquiera atendieron al alcalde de la localidad cuando fue a verlos, rotos.
Cappont es un barrio hoy silencioso, envuelto en el dolor, en el que todos los que han conocido a Abel (hasta el nombre bíblico va con su forma de actuar) creen que su reacción era conforme a su personalidad, la de ese profesor que iba de cole en cole en busca de su pasión: enseñar.
Había pasado por institutos de Sant Pedor, Mollet o Sitges, siempre como interino, siempre integrándose en un nuevo ambiente, siempre preparando en casa sus temarios como el joven que empieza con ilusión renovada. Estaba contento en el Fuster, un colegio donde nunca había habido incidentes. Abel realizó los estudios de secundaria en el IES Manuel de Montsuar de Lleida. Luego cursó Magisterio y se licenció en Historia en la Universitat de Lleida. Siempre tuvo muy claro que quería dedicarse a la docencia.
“Ha sido como una cascada de agua fría”, así define un trabajador del Instituto Aiguaviva de Mollet del Valles lo que sintieron cuando recibieron la noticia del asesinato de Abel. El joven profesor había pasado casi un curso con ellos (desde noviembre a junio) y en el centro le recuerdan con mucho cariño.
“Era un joven perfecto, una gran persona y un gran profesor, de eso que ya no quedan tantos”, declara emocionado este excompañero del Instituto Aiguaviva. “Yo hablaba mucho con él de temas de la vida y de la sociedad, nos gustaba discutir de política. Abel se implicaba en todo porque era de esas personas que les gusta formar parte del cambio. No era de esos que pasan de las cosas sin actuar”, apunta.
Este martes ha sido diferente en este instituto, a las 12 de la mañana han guardado cinco minutos de silencio en memoria de Abel. Aquel joven profesor que llegó a Mollet del Valles con muchas ganas de trabajar y de darlo todo a sus alumnos, hoy todos le echan de menos y le recuerdan con impotencia.
Pero la tragedia esperaba a Abel, como un destino. Nadie lo hubiera pensado ni en sus peores pesadillas pero sí, a sus 35 años, Abel iba a perder la vida en las mismas aulas en las que empezaba a ser querido. Un alumno de 13 años le clavaba un machete en el torax en pleno brote psicótico. El profesor impartía Ciencias Sociales en el centro como sustituto. Había llegado solo diez días y su muerte ha conmocionado al mundo educativo catalán, donde sus compañeros le recuerdan como un apasionado de la Historia, que quería transmitir sus conocimientos a los alumnos.
El profesor estaba inscrito en la bolsa de interinos, a la que recurrió el instituto Joan Fuster del barrio de Navas de Barcelona para impartir clases de Ciencias Sociales y sustituir a una profesora que se encontraba de baja por enfermedad. Según las mismas fuentes, el profesor fallecido había encadenado varias sustituciones en los últimos años en distintas escuelas de Barcelona.
Abel encontró la muerte intentando ayudar a una compañera, a la que pudo salvar del agresor que la eligió como primera víctima. El joven entró en el Instituto sobre las 9.15 de la mañana armado con una ballesta y decidido a matar a su profesora. Según varios testigos, tras disparar a la profesora de castellano, Asún, el profesor acudió en su ayuda después de escuchar los gritos. Al acercarse al joven, este le asestó un machetazo en el tórax que le ha dejado malherido en el suelo. Minutos más tarde fallecía en el centro.
Varios estudiantes vieron caer al profesor, el joven se habría dirigido a ellos diciéndoles que no tenía nada contra ellos y que podrían salir. En su búsqueda de más víctimas, el joven ha herido a otro alumno que al parecer era su amigo y ha intentado disuadirlo sin éxito. En total, hirió a otras cuatro personas, dos de ellas la profesora y su hija, hasta que un profesor de gimnasio consiguió reducirle.
Abel era deportista, aficionado de los comic y del Fútbol Club Barcelona. Su tutor, Jaume Cortada, explicó ayer en La Vanguardia, conmovido, que era un joven con muchas ganas. «A él le daba igual dónde, lo que quería era estar en un aula con los niños», señala. Incluso daba clases particulares a los niños que estaban enfermos.