La llegada de personas a Europa cruzando el mar ha caído en 2017 con respecto al año anterior. 181.543 seres humanos alcanzaron el Viejo Continente durante el año pasado, lo que su pone una caída en comparación con 2016, cuando lo hicieron 387.895, según la Organización Internacional para las Migraciones. A pesar del descenso, la cifra sigue siendo alarmante al igual que lo son las muertes. 3.116 personas murieron en el mar en su intento por cruzar el Mediterráneo. En 2016 fueron 5.143 las fallecidas.
Estas llegadas llevan a los migrantes a luchar por alcanzar el país en el que quieren empezar una nueva vida. Los trámites de asilo son complejos pero ese tránsito está impidiendo unas condiciones mínimas a miles de personas. Para el CIDOB, el think tank español, Europa dejará este 2018 de ser el continente de “las fortalezas” para mostrar el “foso migratorio”.
La investigadora Elena Sánchez-Montinajo, en declaraciones a la agencia Europa Press, afirma que las fronteras que otorgaron a Europa la idea de fortaleza, ahora se han movido. “Hemos abierto un espacio, el foso, donde la gente cae: es la zona de los Balcanes, Líbano, Turquía, Libia y todos aquellos países que están fuera de la UE, que no levantan vallas físicas como las nuestras y donde sin embargo la gente va cayendo, o porque fallece en lugares como el Mediterráneo, o porque se queda completamente estancada sin poder avanzar ni retroceder», señala.
Son esos lugares en los que el espacio Shengen no se aplica, lugares de tránsito para los migrantes pero que al final se convierten en lugares permanentes. Grecia lo ha vivido en primera persona, en sus islas; o Turquía, que tras el acuerdo firmado por la UE, ha visto cómo llegaban a su territorio miles de personas que expulsaba Europa.
La experta afirma que esto se produce tras un proceso en el que han intervenido circunstancias como la grave crisis económica, política e institucional de la Unión Europea a la que se sumó la gran llegada de refugiados y migrantes a partir de 2015. La respuesta, en su opinión, ha sido «tratar de que el problema no llegue» a suelo europeo y que, si lo hace, «sea con cuenta gotas». Es así como se ha ido consolidando el ‘foso’.