Durante todo este tiempo ha permanecido recluido en las cárceles de Picassent, Castellón, Zuera (Zaragoza) y Herrera de La Mancha, en el municipio de Manzanares, en Ciudad Real, donde ha pasado sus últimos años entre rejas.
Al principio, en sus primeros días en prisión, se aisló de sus compañeros reclusos, muchos de los cuales le rechazaban. Con el paso de los años, ha ido participando en diferentes talleres y actividades, hasta que se encontró «bastante cómodo» en la cárcel de Ciudad Real.
Es en este centro penitenciario en el que ha pasado más años. En ella no ha recibido apenas visitas, tan solo la de su hermana, tal y como detallaron a Europa Press fuentes conocedoras de su situación en prisión.
Ricart estuvo durante mucho tiempo en primer grado penitenciario que corresponde a un régimen en el que las medidas de control y seguridad son más restrictivas (régimen cerrado). Y no estuvo en este régimen por ser conflictivo, sino por los delitos que se le imputaban y por los que fue condenado, y para protegerle de otros presos. En la actualidad se encontraba en segundo grado, el régimen ordinario en prisión.
Ha sido en Herrera de La Mancha donde »el Rubio» ha participado a diferentes talleres y actividades deportivas para ocupar su tiempo. Sin embargo, nunca se ha sometido a ningún tratamiento relacionado con los delitos por los que fue condenado.
Al respecto, el tribunal que le condenó no apreció en él ninguna distorsión o anomalía psicológica, y los peritos lo describieron únicamente como una persona tendente a trasladar las responsabilidad a los demás, con predisposición a mentir y con un evidente ego.
Por su parte, psicólogos y otros profesionales que han evaluado a Ricart en la cárcel lo han descrito como una persona con poco carácter y muy manejable, y consideraban que si el día del crimen se hubiera encontrado solo, no hubiera llegado a hacer lo que hizo.
TEMOR POR SU SALIDA
Veintiún años depués, el hombre que junto a Antonio Anglés secuestró, torturó, violó y mató el 13 de noviembre de 1992 a Toñi, Míriam y Desirée, las niñas de Alcàsser, vuelve a estar en libertad. Sin embargo, con 44 años recién cumplidos, no conserva el contacto con ninguno de los suyos, como publicaba hace unos días el diario »Levante».
Ni siquiera cuando pudo hacerlo, quiso salir. En 2000 y en 2003, y solo durante unos pocos días, hasta que la Fiscalía y la madre de Desirée devolvieron las aguas a su cauce, tuvo en su mano solicitar por primera vez un permiso para salir durante el fin de semana gracias a que en ambos casos la juez de Vigilancia Penitenciaria de Herrera de la Mancha lo progresara de primer a segundo grado. No lo llegó a hacer.
El capellán que atendía en aquél tiempo a los presos del centro penitenciario de alta seguridad donde el triple asesino ha pasado medio vida lo explicó en pocas palabras: «No tiene adónde ir. Lleva mucho tiempo en prisión. Se ha convertido en su vida, en su modo de vida. Fuera de aquí, no tiene relación con nadie».
Entonces llevaba once años entre rejas, desde su detención en la tarde-noche del 27 de enero de 1993, horas después de que aparecieran los cuerpos de las tres niñas enterrados en un paraje lejos de todo, en el paraje de »La Romana», en Tous (Valencia).
Ahora, tras casi 21 años salvo pequeños periodos en otras prisiones, siempre ha estado en Herrera por lo que su síndrome carcelario es aún más agudo.
Tiene 44 años -cumplidos en septiembre- y nadie que le espere con un mínimo de cariño en la calle. Apenas ha mantenido contacto con su hermana, ni con la que fue su compañera sentimental durante dos años, ni con la hija que tuvo con ella.
No le va a ser fácil vivir en el exterior. A parte de que nadie le espera fuera, cobrará una pensión de poco más de 400 euros durante año y medio como máximo y luego tendrá que buscarse la vida. Parece muy difícil que encuentre trabajo y su pronóstico de reincidencia es alto. El recuerdo de las niñas de Alcàsser le perseguirá siempre.
«QUE NO INTENTE BUSCARLA»
Huérfano de madre desde los tres años, Ricart se distanció pronto de su padre, con el que no ha tenido ningún contacto desde que ingresó en prisión. Tras dejar los estudios, se alistó en la Legión y tuvo algunos trabajos temporales hasta que se unió a Anglés, su proveedor de droga, y su familia.
De una relación con una exnovia nació Rosa María, su hija, que hoy en día es una chica de 23 años que ha intentado crecer al margen del estigma que marca a todos los que de algún modo tuvieron relación directa con aquellos hechos, «tiene curiosidad por saber de su padre, pero no queremos que venga a buscarla, que ni lo intente. Sólo le traería problemas y, además, la abandonó con cinco meses y nunca ha tenido contacto con ella en todos estos años».
Son palabras de quien ha ejercido casi de madre de la joven, de una familiar muy próxima que pide respeto y anonimato, como apuntan desde este diario. Confía en que «no intente buscarnos a ninguna, y si lo hace, que no lo consiga; no le va a ser fácil». Es cierto, nadie vive ya donde vivía y todos han cambiado lo suficiente.
Muchas de las personas del entorno familiar de Miguel Ricart, »el Rubio», se encuentran fuera de la Comunidad Valenciana. Su hermana incluso se cambió el nombre y uno de los apellidos, cuyo orden incluso ha invertido huyendo del Ricart maldito por la acción de su hermano.
«Esto nos está haciendo revivir todo y no queremos. ¡Ojalá desapareciera para siempre! No traerá nada bueno», explica esta misma persona. Así, y salvo que en este tiempo haya entablado alguna amistad en o desde la cárcel, no parece que nadie le vaya a recibir con los brazos abiertos. Quizás el único lugar donde sea bien recibido sea en un plató de televisión.
SU HIJA HABLÓ EN TELECINCO
Esta misma semana y cuando su padre estaba a punto de salir de prisión, Rosa María, la hija de Miguel Ricart, ha hablado por primera vez para la televisión. Fue en el programa de Ana Rosa. «Que tu padre sea Ricart no es algo de lo que puedes sentirte orgullosa. No soy responsable de lo que hizo ese hombre», ha dicho Rosa María, que no conoce a su padre y teme que se acerque a ella y su familia.
«Mi familia no quiere que aparezca por aquí, que venga a buscarme, por temor a que me destroce la vida como ya hizo con las suyas.» Rosa María ha vivido marcada por la historia de su padre. «La sociedad y la gente me han machacado y en el pueblo se cambian de acera cuando me ven. En cierto modo yo también he sido una víctima. Nadie ha tenido en cuenta mi historia y por lo que yo tuve que pasar», ha dicho Rosa María
Sin embargo, y a pesar de todo, la hija de Ricart no rechazaría una conversación con su padre. «Si un día me lo encuentro y tengo que tener una conversación con este señor, la tendre porque no deja de ser mi padre. No sé lo que habrá pasado estos años por su cabeza, igual en ese momento tenía una manera de pensar y ahora ha cambiado.»
VIDA CARCELARIA MONÓTONA
Desde que fuera trasladado a la prisión de Herrera de La Mancha, en Ciudad Real, procedente de Zuera en 1999, Miguel Ricart ha optado por la discreción entre los reclusos. Así, en estos últimos años la vida en el centro penitenciario manchego ha sido monótona sin protagonizar ningún tipo de altercado y sin que se le conozcan amigos íntimos entre sus compañeros de rejas.
Los funcionarios coinciden en destacar su buena conducta y su predisposición a participar en los talleres. Lo último que se sabe de él es que estaba trabajando como repartidor en el comedor de la cárcel, pero también ha realizado funciones de limpieza, carpintería, jardinería y otros trabajos para empresas ajenas a la prisión por las que ha sido remunerado.
Durante este tiempo no ha recibido visitas de familiares y amigos, según las fuentes consultadas por el mencionado diario, y su relación con el resto de reos no ha sido especialmente afectiva.
Eso sí, ha aprovechado para realizar cursos de formación que le ayuden ahora que está en la calle y que tendrá que incorporarse al mercado laboral en busca de una complicada reinserción.