Persona seria, cualificada y con las ideas claras para acometer un necesario a todas luces giro de timón en el sistema educativo español. Y, quienes han trabajado mano a mano con la todavía secretaria de Estado de Educación y Universidades, Montserrat Gomendio, destacan su inagotable capacidad de trabajo. Y, aunque sus numerosos adversarios no le harán esa concesión, cree en la educación pública, en la incorporación de las tecnologías a las aulas, en la figura del profesor como eje de la enseñanza, y en la importancia de la educación como motor de un país.
El debate sobre qué necesita la educación en España para reducir una dramática tasa de abandono escolar temprano del 23% es habitual caballo de batalla política, pero lo que parece claro es que un país que quiere codearse en la clase alta mundial no puede permitirse unos resultados así. Sobre todo si se tiene en cuenta la considerable proporción de recursos de la sociedad que se destinan a un sistema que en nuestro país es mayoritariamente público.
Otros preocupantes síntomas completan el diagnóstico de un necesario cambio en el modelo educativo. Los pobres resultados de nuestros alumnos en pruebas internacionales como las del Informe PISA así lo aconsejan. La FP carece desde hace muchos años de prestigio entre familias, jóvenes y empresas; y las universidades españolas ni aparecen en los rankings internacionales ni se las espera. Además, coindicen los expertos en materia laboral, no preparan ya con suficiente efectividad para las nuevas exigencias de un mercado de trabajo cada vez más complejo. Los datos del paro juvenil parecen incontestables.
Llegó Gomendio a Educación con el objetivo de revertir estas situaciones. Después de una dilatada experiencia en el campo científico, de haber sido investigadora y vicepresidenta de organización y relaciones institucionales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), así como directora del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Aceptó el reto de incorporarse al que debería ser el ministerio más importante del país, convencida de que la formación es el motor que hace avanzar a un país hacia un futuro próspero. Algo que debería ser incuestionable. Pero en esta nuestra España de hoy, sin embargo, se ha convertido en uno de los departamentos más complejos, por la insana pero hasta ahora inevitable politización de la educación.
Un reto para convertirse en héroe nacional, que ya no será Gomendio
Lo hizo en el gabinete de uno de los ministros más polémicos, José Ignacio Wert, cuya personalidad ha marcado buena parte del devenir de la legislatura.
Gomendio llegaba para contribuir al impulso de nuevas ideas para nuestro sistema educativo, con la experiencia personal de haberse licenciado en una universidad pública española como la Complutense y haberse doctorado en una de las instituciones privadas más prestigiosas del mundo y radicalmente opuesta al mencionado centro madrileño, la británica Universidad de Cambridge. Además, había pasado por una de las escuelas de negocios más reputadas de nuestro país y a nivel internacional, el IESE, donde cursó el Programa de Dirección General (PDG).
Bióloga y con el segundo patrimonio personal más elevado entre la actual nómina de ministros y secretarios de Estado, aceptar el encargo de diseñar una nueva reforma de calado del sistema educativo español no era una necesidad y sí uno de los retos más complejos a los que a buen seguro se había enfrentado.
En junio se incorporará como directora general adjunta de Educación a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), con los deberes a medio completar.
Ha impulsado la sonada y contestada Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad (Lomce), que ha recibido más críticas que otra cosa, como era de esperar. En este país nuestro cualquier iniciativa de transformación del modelo educativo se convierte automáticamente en simple carnaza para un pobre en ideas debate de las fuerzas políticas, para un sindicato de estudiantes instrumentalizado también por la batalla partidista, para las comunidades autónomas con aspiraciones soberanistas y para las organizaciones sindicales que siguen en la trasnochada lucha de clases.
La denostada reforma educativa
La Lomce ha dado pie a un sinfín de clichés, ideas preconcebidas, frases hechas, o, directamente, mentiras sobre el estado de las cosas de la educación en España. Aún no sé muy bien cuáles son los argumentos académicos de quienes rechazan frontalmente una reforma. Ésta u otra, pero a todas luces urgente. Puede discutirse la mayor o menor efectividad de las medidas en debates serios y de fondo, pero no deberíamos entablar en algo tan trascendental como la educación discusiones tan pobres y tan escasas de hechos empíricos demostrados en materia de eficacia educativa.
Las discusiones sobre el número de horas lectivas de un curso escolar, el nombre de la alternativa a la asignatura de religión, o, incluso, el derecho a estudiar en castellano en Cataluña son importantes pero accesorias en lo que debería ser la gran preocupación de toda la sociedad: dotarnos de un sistema educativo eficiente, eficaz y excelente. Lo que sí me parece un acierto no comentado es la apuesta por un mayor número de horas para las materias que se suponen básicas: Lengua, Matemáticas y lengua extranjera. Pero de eso, no coment ente los interesados contrarios al cambio.
Por no hablar de otros argumentos usados contra la reforma: la subliminal intención de privatizar la educación, algo que no ha ocurrido ni ocurrirá, y lo dice éste que escribe con hijos en centros escolares de titularidad pública.
Sea como fuere, Wert y Gomendio no han logrado tampoco, como todos sus antecesores, la tarea, de Titanes en su descarga, que supondría conseguir un pacto nacional de toda la sociedad para establecer un sistema educativo consensuado y estable en el tiempo.
La financiación de una buena educación
También se ha acusado a Gomendio de encarecer la educación. Las etapas obligatorias siguen siendo gratuitas, si bien es cierto que se han elevado considerablemente las tasas de los centros universitarios públicos. Y es que la etapa de una de las personas más preparadas que ha pasado por esta Secretaría de Estado ha estado marcada también por los recortes presupuestarios que llegaban vía Moncloa o Bruselas. Y, en educación es muy difícil hacen muchas cosas y bien sin presupuesto. Eso sí, se podría haber hecho un mayor esfuerzo en otros tipos de ahorros en temas mucho más insustanciales y haber dejado al margen lo máximo posible a la universidad y la educación, que debería ser sagrada.
La todavía secretaria de Estado ha defendido sin ambages que las universidades públicas españolas siguen siendo muy baratas y ha defendido los préstamos como fórmula de financiación de unas universidades en serio riesgo de viabilidad económica. Hablar de estas cosas sin pelos en la lengua en nuestro país es ganarse una pléyade de enemigos de por vida. Pero es un debate también necesario y en poco tiempo será ineludible: hay que abordar una mejor financiación de la universidad si queremos centros de calidad y si se carga solamente a cuenta del presupuesto público no hay que olvidar que es hacerse trampas en el solitario: también lo pagamos todos los contribuyentes, no cae del cielo ni de la máquina de hacer billetes de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Como todo es opinable y discutible, más que por los préstamos, me decanto por tasas en función de niveles de renta, que puedan llegar a ser mayores para los más pudientes; acompañadas de becas rigurosas ligadas al rendimiento de los estudiantes.
Gomendio se marchará en poco más de un mes sin haber acometido en profundidad un nuevo modelo de financiación universitaria, aunque sí incrementó la exigencia de resultados a los beneficiarios de las becas. La que se lió fue chica. No entiendo por qué. Lo mínimo que puede pedir una sociedad a quienes ayuda es que aprovechen convenientemente el esfuerzo de todos los contribuyentes. Deberíamos sentirnos orgullosos de un mayor esfuerzo y resultados de nuestros estudiantes. En la educación, sin esfuerzo y pruebas de evaluación, no se consigue nada. Sí, la educación es una carrera de obstáculos, pero es que la buena educación tiene que ser una carrera de obstáculos. Salvables, pero obstáculos.
La reforma universitaria, aparcada en un cajón
Pero no todo es presupuesto para gozar de una buena salud educativa. Nuestras universidades necesitan cambios en muchos otros aspectos. Cambios profundos y valientes. Pero Gomendio ya no será la heroína que logre este objetivo a simple vista casi de titanes teniendo en cuenta cómo se ha montado el sistema universitario en España. El extenso informe que un comité de expertos elaboró por encargo de Wert se ha quedado en un cajón del Ministerio. Un informe que contenía osadas propuestas de mentes brillantes y no políticas y conocedoras de la materia educativa. Una pena.
En busca de mejores profesores
Tampoco implantará ya Gomendio el Estatuto del Docente. Convencida de que el profesor es el eje primordial en todo sistema educativo eficaz, no podrá establecer nuevos criterios de acceso a esta labor en otros tiempos cuasi sagrada, tarea en la que confirmó a este periodista que trabajaba desde hace algún tiempo.
En su haber debería reconocerse en mayor medida de lo que se ha hecho hasta ahora la interesante reforma de la Formación Profesional que se ha llevado a cabo y la importación a España de una FP Dual al estilo alemán, que combina estudios con trabajo en las empresas, que está teniendo buena acogida entre estudiantes y empleadores, pero que ha pasado de puntillas por los titulares de los medios. Claro que también encontró contestación en el demagógico debate sobre la educación que padecemos desde hace varias décadas, con representantes sindicales arengando a los padres a manifestarse contra una reforma que pretendía «producir mano de obra barata para las multinacionales», Literal, escuchado en un colegio público en primera persona.
Sólo un ejemplo, pero un esclarecedor ejemplo de lo que nos está sucediendo con la educación, esencial para las futuras generaciones, crucial en el devenir de un país, y maltratada por casi todos. Y el fracaso escolar condenando a la cuarta parte de nuestros jóvenes a las futuras listas del paro. Así nos luce. Tenemos lo que merecemos. Los políticos no son más que un reflejo de la sociedad de la que forman parte. Y de la que todos formamos parte.
Repito, para terminar, poco esperanzado, un mensaje ya publicado en este medio: Pongámonos, ya, con la EDUCACIÓN. Es la discusión más importante y el problema número uno de este país, que explica por sí sólo muchos otros.