Él dice que nunca se quitará «la nariz de payaso» y es que Paco León disfruta al máximo tanto delante como detrás de las cámaras. Ahora presenta »Carmina y amén», su segunda cinta como director después del »experimento» »Carmina o revienta», y la emoción y los nervios aparecen en su voz al mismo tiempo que se muestra entusiasmado hablando del trabajo que ha realizado de nuevo su madre y su hermana María León, entre otros, en la película.
Paco además no se queda en la dirección, él sigue creando una vez terminado el rodaje y si en la primera peli sorprendió lanzándola también en internet (era un proyecto pequeño, con su dinero y hecho con dos cámaras de fotos en 11 días), ahora (que ha contado con el apoyo de Telecinco Cinema de Mediaset España), lo hace invitando en más de cien cines por toda España el día 29, uno antes del estreno »oficial».
Hablamos con Paco León que nos ha confesado algunos secretos de rodaje y cómo lleva que ahora »la estrella» sea su propia madre, la inigualable Carmina Barrios.
¿Cómo ha sido pasar del experimento que fue ‘Carmina o revienta’ a esta película más ‘seria y profesional’?
Es hacerla ‘normal’. Después de la primera que salió todo tan bien y fue un experimento hecho en 11 días con dos cámaras de fotos, y de repente se convirtió en una película. Me quedé con ganas de ir más lejos y profundizar en temas y lenguajes. Lié a Telecinco que pusieron el dinero necesario, que aunque es muchísimo más que en la primera, sigue siendo una película de bajo presupuesto, y donde el peligro era no ponerse importante. A ver si haciendo con dinero se nos iba la naturalidad y la frescura de la primera. Era sopesar cómo profundizar pero sin perder lo auténtico de la primera.
¿Y has visto mucho cambio en Carmina, tu madre y protagonista?
Tenía miedo de que se hubiera resabiado. Pero no. Ha aprendido cosas técnicas, las marcas… pero ella sigue siendo la misma y trabaja con la misma naturalidad que en la primera película. Carmina habla de la misma matnera a un pájaro que a un actor con un Goya.
Vas a regalar entradas en cien cines para el preestreno, se puede liar gorda, ¿no?
Yo espero que se lie gorda, aunque hay final de Champions… confío en la gente a la que no le gusta el fútbol (risas).
¿Crees que te pueden criticar por este tipo de iniciativas?
Cuando haces algo nuevo siempre está el riesgo de que a unos les parezca mal o bien. En la primera no les parecía bien a los distribuidores, los cines, compartir su ventana de exclusividad con otras. Pero mira, no ha pasado nada y aquí están ahora siendo ‘cómplices’ de esta nueva aventura también. En general la gente agradece que se haga más accesible la película y se vea la intención de hacerla más accesible. Y es que sobre todo sirve de publicidad, que no somos tontos. Esto es una campaña de marketing y confiamos tanto en la película que creemos en que el boca a boca va a funcionar.
En ‘Carmina y amén’ se habla de los desahucios, la dependencia, la inmigración… ¿Crees que como director tienes ‘la obligación’ de tocar estos temas?
Yo creo que no (risas). A mí me gusta ver cine social cuando está bien hecho, pero a mí me horroriza hacerlo porque no me creo en la verdad para decirle a la gente lo que tiene que hacer o cómo deben ser las cosas. Mi intención es hacer un retrato humano y de personas que están en un momento concreto y específico. Y cuanto más concreto sea, más obligado estás a contar el contexto. Y en un contexto como es el de hoy no tienen más cojones que aparecer las tasas de la universidad, los desahucios, la crisis y lo que se tiene que montar la gente para llegar a fin de mes. Pero está medido para no ser panfletario y tener una guasa andaluza, como que el loro se llama Bárcenas, ya está. Pero lo mínimo.
Yo como ciudadano claro que tengo opinión de todo eso e igual se me nota (risas). Pero a pesar mío, de verdad.
«Ser »carminista» es creer en tus propias convicciones»
El ‘Carminismo’ está de moda. ¿Qué tiene que tener el ‘buen carminista’?
Vimos cómo vender la película como algo más porque ya con la primera había muchos ‘carministas’. Es como una manera de hacer las cosas, como la que tiene Carmina: que está la buena, la mala y la de Carmina (risas). Es como un credo. También el tema religioso está en las dos cintas, ella apela a lo mágico aunque luego lo hace ella todo (risas), tiene un gato chino, un Judas Tadeo, luego hace un amarre cubano… (risas). Ser ‘carminista’ es creer en tus propias convicciones sean las que sean. Como ella dice, “Fé es lo que hay que tener”.
¿Cómo logras meter en una misma escena un velatorio con risas, lágrimas, personajes peculiares…?
Ha sido como una variación sobre lo mismo. Lo que primero surgió fue la idea de la historia. De la primera cuando ella ya imagina la muerte de su marido, de ahí yo tiro del hilo para la segunda. Es la estructura que soporta todo y se me hacía innecesario recurrir al testimonial de cámara. Es como un ‘Cinco horas con Mario’, vivir intimidad total pero no mirando a cámara. Igual que le habla al pájaro, a la cabra o al marido muerto. Nosotros estamos ahí sin saber bien si lo está soñando o no. Me parecía un momento muy friki pero yo pensé que si lo hace Woody Allen, Bergman… ¿por qué no lo iba a poner yo un fantasma? (risas).
En algunas escenas hay referencias al cine de Berlanga o Almodóvar, ¿has bebido de ellos?
La verdad es que no he tomado referencias concretas, pero Almodóvar o Berlanga me gustan mucho y eso se me nota, supongo. Los gustos de uno se notan. Para mí la inspiración, más que el cine, es la realidad. A mí en un velatorio me entra la risa floja y eso me parece muy interesante y difícil de transmitir. Mezclar cosas que no tienen nada que ver pero que en la realidad se unen sin saber cómo. Eso y hacer un vodevil, porque todo esto es un vodevil de velatorio, entrando gente, saliendo, se muere alguien y es un jaleo, los protagonistas ni están ahí…
«Cuando cortábamos, mi madre decía: «Ojo, que viene el momo»
¿Cómo es darle órdenes a tu propia madre?
Es muy obediente. Hablábamos en plata y ella también me decía cosas. Pero por ejemplo cuando cortábamos una toma, como yo muy exigente y severo, ella siempre le decía a María, mi hermana: “Hija, que viene el momo, a ver qué quiere ahora”. Yo le hacía correcciones y ella me decía: “¿Pero qué quieres que diga?”. Pero todo con mucho cariño y como es ella. Pero yo mando mucho y tengo cierta autoridad en la familia así que creo que soy de las pocas personas a las que ella hace caso.
¿La llamabas mamá en el set?
Sí, y eso era muy raro, sobre todo para el equipo. Yo estaba en el combo con los cascos y de repente decía: “Mamá, acuérdate de….”. y sonaba raro. Pero es que ella no ha dejado de ser madre y yo hijo en todo el rodaje.
¿Vamos que era la madre de todos?
Sí. Ella venía al rodaje y traía almendras fritas por ella. Y yo le decía: “mamá, que hay catering aquí, no traigas nada”. Pero ella decía: “Es que están riquísimas”. O al revés, terminábamos y ella veía que había sobrado caldo y se lo ponía en botellas para que se lo llevara la gente del equipo a casa. O estar dirigiendo y ella dándome de comer a la vez, una rabia (risas).
Ella dijo una vez que ya no haría más cine.
Sí, ella lo ha dicho muchas veces. Pero se le olvida siempre. Siempre dice “ya no hago más películas, eh”, pero luego se le olvida. Se lo ha pasado genial. El otro día vino con una idea también. Se le da muy bien. A ver, es una vidilla que no tiene nada que ver a estar todo el día en casa o viendo la tele. Y encima se lo pasa bien y se le da bien. Ha encontrado una vocación que nos ha hecho flipar a todos y ella se siente valorada.
«La tía Ani tenía que tener una escena en esta película por los fans»
¿Algún miembro más de tu familia podría dar el salto al cine con otros directores? Yo si puedo elegir… me quedo con la tía Ani (risas).
La tía Ani tenía que tener una continuidad. Ahí sí que pensé en los fans y la amiga de la Reina Sofía tenía que tener su hueco de alguna manera porque sabía que sino muchos se sentirían defraudados. Y con su ‘agnus horribilis’ es maravilloso. Ella no es mi tía, es una amiga de la familia a la que llamamos tita desde chicos, como mi tío Paco, que es su marido y el muerto en la película.
¿Es más fácil dirigir a actores profesionales o a tu familia?
Yo me negaba a pensar que sólo los no profesionales podían hacer bien papeles reales y naturales, porque yo soy actor (risas). ¡Llega mi madre, sin haber estudiado nada, y hace lo mismo o mejor que yo! Me negaba a pensar que los actores no podían hacer esa improvisación. Y por eso Yolanda Ramos y el resto de actores no se les nota y componen un personaje hiperrealista… pero no se les nota. Porque Yolanda Ramos no es así (risas).
En ‘Carmina y amén’ parece que termina la ‘saga’… ¿Lo haces por miedo a que se te encasille en este tipo de cine?
No me muevo por el miedo. El título fue complicado encontrarlo porque tenía que sonar como algo definitivo, trágico, latino. Y el amén definía muchas cosas y una de ellas era la de cerrar el díptico. Pero como ahora no tengo otro proyecto, si se me mete otra historia donde mi madre pueda hacer un personaje, contaré con ella, porque además ha sido un placer y la manejo muy bien.
«Me da vergüenza que me comparen con Almodóvar, no le llego a la suela de los zapatos»
¿Qué te parece que se te compare ya con Almodóvar?
Me da vergüenza pero yo que soy listo, veo la utilidad que tiene en la prensa internacional para vender la película fuera porque Almodóvar es cine español con mayúsculas. Pero de puertas para adentro me da vergüenza, ya me gustaría a mí llegarle a la suela de los zapatos. Pero me da orgullo también.
¿El éxito de ‘Ocho apellidos vascos’ demuestra que la gente está dispuesta a pagar por el cine español?
No creo que tenga nada que ver. Yo lancé esa pregunta y era una línea en la que se podría innovar. Es como si las librerías pusieran un precio único para todos los libros, o los dvds. Me parecía una idea que variaran los precios dos o tres euros y eso podía hacer competencia positiva de los productos nacionales o baratos con las majors americanas. La gente paga 15 euros por un gin tonic moderno de arándanos y nadie está haciendo campaña de ‘basta ya de gin tonics a 15 euros’ (risas). Está claro que cuando algo gusta, la gente está dispuesta a pagar por ello. Pero se hacen muchas que no tienen la repercusión de ‘Ocho apellidos vascos’. Si yo tuviera un cine, a lo mejor diría lo mismo que ellos, claro.
¿Qué medidas tomarías tú ahora mismo para mejorar la industria del cine?
(Remángandose la camisa). Yo no soy político y puedo decir de todo. Cosas que yo haría: Bajaría el IVA cultural porque no ayuda ni a la industria ni al espectador y aún está por demostrar que ayude a las arcas públicas. Además, la flexibilización de las ventanas y ayudar al vídeo ‘on demand’ como alternativa real contra la piratería. Investigar en métodos antipiratería, sistemas informáticos antipiratería y abrir un debate con las compañías telefónicas, porque para mí pensamos que la gente que consume de forma pirata lo hace gratis, y no es así. Tenemos de los adsl más caros de Europa y eso no es para mirar tu email en casa, sino para descargarte películas. En lugar de criminalizar al espectador, habría que penalizar a otra gente. ES un tema muy complejo que habría que replantearse y también el precio de las entradas.
¿Y qué pasa con las subvenciones?
Ese es otro tema. Mis dos películas no tienen subvenciones estatales no porque no creamos en ellas sino porque nos quitan libertad a la hora de investigar nuevos modelos. Y esto empieza a ser obsoleto.
¿Qué otros proyectos tienes?
Ruedo una película en septiembre con Juana Macías, una comedia romántica indie sobre los padres tardíos por fecundación in-vitro. Y luego me gustaría hacer teatro, que tengo mucho mono y nunca he podido hacerlo de largo recorrido porque estaba en la tele. Pero de lo que más ganas tengo es de descansar este verano y desconectar.