Con tan sólo 13 años, a Alyssa Carson se le ha quedado pequeño este planeta. Desde que tenía poco más de tres años, esta joven de Louisiana maquina cómo conseguir hacer realidad su sueño: convertirse en astronauta y ser la primera persona en llegar a Marte.
La curiosidad sobre el planeta rojo se instauró en la cabeza de esta pequeña niña cuando su padre, Bret Carson, le contó por primera vez cómo funcionan los complejos sistemas de planetas y estrellas que se ven desde la Tierra y cómo su país había enviado personas a la Luna. Unos días después de esa conversación, Alyssa tenía claro que quería ser “una de esas personas que van al espacio”. Pero su intención no era repetir la hazaña, sino dar otro gran paso para la humanidad: Marte.
Seguro que no es el único padre que escucha de un hijo que quiere ser astronauta, pero en este caso Alyssa iba muy en serio. Su padre se encontró con que su hija había estado estudiando mapas del planeta rojo e investigó cómo llegar y aterrizar en él.
Una carrera meteórica
Un año después comenzó a prepararse para conseguir su objetivo de pisar Marte. Desde entonces, se dedica en cuerpo y alma entre cinco y diez horas todos los días de la semana. Exámenes de matemáticas y química, historia de la NASA, tal vez incluso las teorías conspiratorias, pruebas físicas y simulaciones de entornos sin gravedad, casi siempre en el Centro Marshall de Vuelos Espaciales, en Alabama. Allí es donde los futuros astronautas conocen las molestias de vivir en una nave espacial que atraviesa el espacio exterior. Una dura preparación no apta para cualquiera y que Alyssa amplía con conocimientos que adquiere por su propia cuenta en Internet, revistas y libros.
Llegó a saber tanto sobre el espacio que con tan sólo siete años consiguió el ‘Right Stuff’, el mayor honor que otorga el campo espacial de Huntsville, en Alabama, dejando a los asistentes al evento boquiabiertos por sus amplios conocimientos y su experiencia.
Ella insiste en que es “una chica normal con una vida normal”, pero realmente no parece de este planeta. ¿Cómo puede soportar una persona con la naturaleza de cualquier humano tanto esfuerzo y tanta organización? Alyssa es capaz de compaginar su dura formación como futura mujer espacial con el día a día de una adolescente del sur de Estados Unidos. Su padre ha procurado porque su hija tenga infancia.
Del Centro de Vuelos Espaciales, al colegio, donde recibe el resto de clases, y de ahí al campo de fútbol para entrenarse con su equipo femenino. Aun así le queda tiempo para jugar con sus amigos, bailar ballet, tocar el piano, jugar al fútbol y participar en actividades de las ‘Girl Scouts’.
Por si fuera poco, Alyssa habla cuatro idiomas: inglés, español, francés y chino. También ejerce de coach para otros niños. Acude a convenciones y reuniones para motivarles e inspirarles. Les anima a que, al igual que ella, no olviden nunca sus sueños. Muestra una madurez que no es propia de alguien de su edad y que también brilla por su ausencia en muchos adultos.
Alyssa es la única persona en el mundo que ha asistido en los tres campamentos espaciales que tiene la NASA. Además del de Alabama, el de Canadá y Turquía, y ha visitado 12 centros espaciales internacionales de los 14 existentes.
Pese a todos, los conocimientos adquiridos a lo largo de casi una década de trabajo y dedicación, a Alyssa le esperan al menos otros 20 años de entrenamiento. Hasta el año 2033 no se prevé que la NASA envíe a nadie a Marte.
Los inconvenientes de la vida espacial
En el Centro Marshall de Vuelos Espaciales de Alabama entrenan a los futuros astronautas para adaptarse a la complicada vida en el espacio. Alyssa nos cuenta que las naves son en realidad un espacio muy pequeño para compartir con otras personas.
La ausencia de gravedad es uno de los principales inconvenientes. “Las cosas que se hacen cuando estás en la Tierra no las puedes hacer en el espacio”. Éste es uno de los temas que más preocupa a esta niña del espacio. En los seis meses que duraría una hipotética odisea a Marte, según los cálculos de la adolescente, no se puede comer pan, por ejemplo. Toda la comida tiene que ser adaptada a las condiciones de gravedad cero. Los alimentos pueden quedar flotando y acabar dañando los equipos de abordo.
“La comida se ingiere en una especie de tortilla, se puede comer de todo”. Actualmente, las naves disponen de máquinas expendedoras y almacenes para que los astronautas puedan comer casi a la carta.
La confianza con los compañeros de viaje es clave para solucionar cualquier problema y para sobrellevar el día a día. Aun así “Marte está por encima de cualquier inconveniente”. Alyssa no se plantea la posibilidad de fracasar.
A Marte aunque no pueda volver
Tal vez a Alyssa le ocurrió lo mismo que a la niña de pelo castaño de la canción de David Bowie. No le gustaba lo que veía a su alrededor y se preguntaba si hay vida en Marte.
Alyssa cree que en 300 años, “los humanos mataremos la Tierra” a causa de la contaminación, la falta de recursos naturales y el efecto invernadero. Ve al planeta rojo como el futuro de la humanidad, aunque no tiene demasiada esperanza sobre un cambio acerca de cómo tratamos el entorno en el que vivimos. “Es posible que como humanos, también acabemos con Marte”.
El otro motivo por el que quiere poner un pie en nuestro planeta vecino es que “nadie ha estado allí”. Su voz de niña no oculta su ambición. La joven cree que en un futuro lejano, el reto será colocar por primera vez a una persona fuera del Sitema Solar.
Cabe la posibilidad de que una vez en Marte, Alyssa o cualquier otro futuro astronauta no pueda regresar a la Tierra. Obviamente la joven prefiere regresar aunque asegura que no le importaría quedarse “a vivir en el planeta rojo” y acabar siendo una marciana.
Para instalarse en el astro vecino, si Alyssa tuviera que elegir únicamente tres cosas para hacer la maleta, se llevaría una bolsa de oxígeno, pollo y el premio Right Stuff que ganó en el centro espacial de Alabama con tan sólo siete años.