Aparentemente, el número de cerrojazos a las oficinas bancarias al que han prodecido nuestra entidades financieras en 2012 es sinónimo de gran ajuste. Han desaparecido 1.963 oficinas, una cifra que supone casi el 36% de todos los cierres en la zona euro el año pasado. Una cifra nada desdeñable pero posiblemente del todo insuficiente a la vista de la situación del mercado bancario español, que ha retrocedido varios quinquenios atrás.
Ya no hay promotores inmobiliarios a los que abastecer de crédito, ni clientes a los que colocar preferentes ni inversores ávidos de comprar acciones -hace casi dos años que no hay una salida a bolsa en España- y, por no haber, no hay tampoco quien pida una hipoteca a los tipos que los bancos están ofreciendo en estos momentos.
Así que, por mucho que España sea el país más bancarizado de Europa, se justifica poco que con el tamaño de nuestra economía aún haya más de 38.000 oficinas en el país. La venta de las entidades nacionalizadas y la nueva caída de los márgenes que le espera a nuestros bancos en España debería aumentar el número de oficinas caídas en acto de servicio.
La caída del número de oficinas en 2012 es de sólo un 4,9% respecto al año anterior. Mientras, y solo por poner un ejemplo, el margen de intereses -la diferencia entre lo que ingresan por prestar dinero y lo que pagan por financiarse- de los seis grandes bancos cotizados ha caído casi un 9% en el primer semestre del año respecto al mismo período del año anterior. Y eso que el Banco de España ha echado una mano limitando la remuneración de los depósitos.
En este escenario, el número de oficinas del sector no puede sino seguir bajando este año, aunque quizá con algo menos de virulencia que el ejercicio anterior. Cuestión de costes y de rentabilidad.