Los robos siempre seguían un mismo patrón: un hombre –con gafas de sol, capucha y un tapabocas– entraba a primera hora de la mañana con un arma de fuego, amenazaba a los trabajadores y les obligaba a que les hiciesen entrega del dinero.
En los cinco primeros robos, el atracador actuó solo, pero en el último tuvo la ayuda de un cómplice, y los atracos se iniciaron en noviembre cuando el ladrón entró en un banco del que no se llevó nada, ya que no disponían de líquido, y después prosiguió con otros cuatro robos, llegándose a llevar en uno de los cometidos en diciembre unos 10.000 euros.
El último de los atracos tuvo lugar el 20 de enero, en esta ocasión acompañado por una segunda persona, cuando entraron en la sucursal armados con dos pistolas y obligaron a los trabajadores a entregarles el dinero, que fueron unos 2.700 euros.
La policía pudo identificar a los dos atracadores, ambos de 42 años, y el 23 de enero fueron detenidos, y en el registro de sus pisos encontraron la ropa con la que habían perpetrado los robos y una de las pistolas.