«Como desde el primer día, siento un enorme privilegio al poder entregar mi voz y mi cuerpo a esta joya de la literatura. Este ente del mundo imaginario podría cambiar el mundo real porque hace del hambre y la necesidad un arte, la recicla en sabiduría. Frente al dolor tenemos dos caminos: la queja o el arte. Y con ironía, parte del estado del necio, camina por el aprendizaje y alcanza la sabiduría», explica El Brujo.
En esta línea, añade que la obra «afronta un problema universal, pues hoy también la apetencia actual se mueve entorno a la ambición y el poder». «Es como una metáfora que todo el mundo entiende, es un mundo, un pozo de vida y significados que te conducen. Nace en una época de enormes desequilibrios entre el mundo oficial de la Corte y el real, de hambre», explica el actor.
Sobre la adaptación de Fernán Gómez, El Brujo recalca que éste «supo capturar el alma de este pícaro». «Me apasiona recitar sus andanzas por los teatros; aquí está este maravilloso relato, primordial para mí, como lo es servir la necesidad del público a cada momento. Una necesidad que puede ser de diversión, de esclarecimiento o de relajo», sentencia Rafael Álvarez.