Los hasta ahora 359 ataúdes de los muertos en el naufragio del pasado día 3 en Lampedusa siguen alineados en el hangar del aeropuerto de la isla o amontonados en camiones frigoríficos, pues no se ha decidido qué hacer con ellos porque todos quieren honrarlos ahora, mientras nadie se ocupa de los vivos. A esta tragedia hay que sumarle la de este pasado viernes, en la han fallecido medio centenar de inmigrantes tras hundirse otra embarcación.
«Ahora todos quieren honrar a los muertos con funerales o entierros, pero se olvidan de los vivos. Hay que empezar respetando a los vivos y no sólo a los muertos», denuncia Don Mussei Zerai, un cura eritreo que vive en Roma y que es punto de referencia para los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo hacia Italia.
«¿Cuántos días es posible tener tantos ataúdes sin darles una sepultura digna?», pregunta por su parte la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, que pide respuestas al Gobierno italiano. Para Nicolini no es importante si se celebrarán o no los anunciados funerales de Estado o dónde se llevarán a cabo, si no dar sepultura a los más de 300 inmigrantes de origen eritreo y somalí que murieron el pasado 3 de octubre cuando se hundió el pesquero en el que viajaban desde Libia, pues su hacinamiento empieza a ser un problema para la pequeña isla siciliana. Los portavoces del Gobierno italiano aún no saben nada, ni han decidido cómo serán o dónde los funerales, anunciados a bombo y platillo durante la visita del presidente de la Comisión Europea (CE), Jose Manuel Durao Barroso, a Lampedusa, este miércoles.
¿Qué hacer con los muertos?
Pero tampoco se sabe qué hacer con los cuerpos pues «ahora todos los quieren para lavarse la conciencia», añade Don Zerai. Zerai explica que ahora todos quieren «aprovecharse» y dan la disponibilidad para enterrarles, «incluso también el Gobierno de Eritrea, del que huían para buscar la libertad y un futuro mejor, ha pedido la repatriación de los cadáveres».
Los familiares están llegando a Lampedusa de ciudades italianas, pero también de otros países europeos, especialmente Alemania y Reino Unido, donde se habían instalado y esperaban la llegada de los parientes, explicó el vicealcalde de Lampedusa, Damiano Sferlazzo.