Los españoles roban y mucho, así lo demuestra el último barómetro mundial del hurto en la distribución, elaborado por The Smart Cube con el apoyo de Checkpoint Systems, que coloca a España en el tercer puesto en el ránking de “ladrones” de Europa y el sexto del mundo, en comercios por robos de empleados y clientes.
¿El motivo? Sencillo de entender. Un 21,60 por ciento de los españoles confiesan que robarían en algún establecimiento si tuvieran certeza de que no les van a pillar, según revela un estudio del Instituto Sondea para Securitas Direct sobre seguridad en negocios. La prueba más evidente y reciente es la oleada de robos que se suceden en el Primark de Gran Vía desde su apertura hace apenas nueve meses. Un comercio que no cuenta con alarmas en sus prendas y su seguridad es un guardia privado por planta y el local cuenta con cinco pisos. Al mes, se denuncian alrededor de 270 hurtos en la comisaría de Leganitos, producidos en el gigante textil. La gente que roba sabe que al salir de la tienda no van a “pitar” las prendas que se ha metido al bolso, por eso va.
Para la profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Comillas ICAI-ICADE, el hecho de que haya personas que acepten que son capaces de robar es un tema cultural. «Dudo mucho que estos resultados se den en otros países”.
“En Zara arranco las alarmas”
Carmen es el mejor ejemplo, joven de 26 años, madrileña y profesora. Su sueldo ronda los 1.200 euros al mes, su gastos apenas 400. Se declara amante incondicional de la moda e invierte gran parte de su sueldo en caprichos, pero nunca del grupo Inditex, tampoco en maquillaje de El Corte Inglés. ¿Por qué? “Para qué pagarlo cuando me lo puedo llevar gratis. En Zara arranco las alarmas en los probadores y en el Corte Inglés me echo al bolso la laca de uñas, la máscara de pestañas, los pinta uñas…”. Esta joven estrena ropa robada cada semana. Los hurtos los comete en tiendas del grupo Inditex en horas punta como los viernes por la tarde y siempre intenta variar de locales. Solo la han pillado una vez. “Entre a Zara y me lleve un bolso puesto, pitó, me metieron dentro de la tienda, y lo pagué”. El castigo por hurto es tan leve que, según la profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Comillas ICAI-ICADE, en España está muy instalado en la cultura popular que hacer daño de esa forma está permitido.
A su juicio, la gente no tiene asociado un castigo al robo o al fraude ya que «la probabilidad de castigo es muy baja en ambos casos». Según los datos que aporta el informe de Sondea, apunta, es una evidencia «que los españoles no tenemos muy interiorizado lo que significa cumplir las leyes. La interiorización de la norma es un proceso que se produce entre los 3 y los 6 años de edad, cuando lo que se pretende es que el niño cumpla con las normas sin necesidad de que los padres estén presentes”.
Carmen narra que lleva años cometiendo hurtos “casi todas las semanas porque nunca me pillan y me chifla la ropa”. Ella sabe que no está bien lo que hace y no alardea de ello por vergüenza, pero no se arrepiente ni se plantea dejar de hacerlo, de momento.