Medio siglo de vida para esta niña idealista y utópica, que disecciona (casi sin querer) el mundo en el que le ha tocado vivir con la precisión de un bisturí bien empuñado. Pero más allá de su facena analítica, ella tiene una obsesión, una pasión, una pequeña gran locura que le pone banda sonora a sus cavilaciones.
Y es que Mafalda ama a los Beatles de la misma manera que detesta la dichosa sopa. Son dos puntos cardinales de su vida diametralmente opuestos y que ella trata de mantener tan alejados como sea posible. Dos motores de su vida que de alguna manera le enseñan a amar y a odiar.
Fan de los Beatles, ojo, en una época en la que eso era una tendencia cuanto menos peligrosa y en absoluto aceptada por la mayoría, que veía en los cuatro de Liverpool la encarnación del mal con sus flequillos y sus »excesos» ruidistas.
Pionera, por tanto, como los propios Beatles, de una forma de ver el mundo que en la actualidad parece absolutamente normal, pero que desde su nacimiento a principios de los sesenta rompe tantos corsés como puede a través de sus viñetas.
Mafalda hasta en la sopa
Mafalda nació un 15-M, no de mayo como el movimiento activista de Madrid, sino de marzo. Pero algunas de sus preocupaciones sociales podrían bien estar relacionadas con el movimiento que se inició en la Puerta de Sol. Otra coincidencia con movimientos activistas como Anonymous es que ambos odian la »SOPA», aunque estos últimos se refieran a la ley estadounidense contra la piratería. Pero casualidades aparte, como emprendedora en la búsqueda de un cambio social, a Mafalda se la debe considerar toda una activista a pesar de su juventud.
Acompañada de su padre, su madre y Guille, su hermano menor, forma una típica familia de clase media, que vive en un barrio de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Además tiene una mascota, la tortuga «Burocracia», llamada así por la lentitud que tiene para todo.
Guiños de ironía como el nombre de su tortuga aparecen con frecuencia en la tira cómica de Quino. Como el personaje más pequeño de todos, que se llama Libertad. O las situaciones que crea la protagonista cuando quiere jugar a ser »la libertad», imitando la postura de la estatua de Nueva York. Para hacerlo, se sube a una silla y sujeta «una bombilla quemada en la derecha y un libro de cuentos en la izquierda».
Algunas críticas más directas se ven cuando Mafalda se ríe a carcajadas al leer en el diccionario la definición de democracia: «Gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía.»
Todo esto convierte a Mafalda en una niña especialmente precoz y siempre atenta a los problemas que suceden en su mundo, al que tanto quiere y cuida. Llegando a pegar una tirita en el globo terráqueo para ver si así consigue curarlo.