En Bolivia, entre 850.000 y más de un millón de niños se ven obligados a trabajar para ayudar a sus familias: el 15% de los niños bolivianos trabajan por necesidad. Bien sea en tiendas familiares o como limpiabotas, los pequeños bolivianos se han sumado al sector laboral para ayudar a sus familias a mantenerles y poder pagar su educación. Y aunque son pequeños y deberían estar jugando en los parques y en los patios de las escuelas, cuando salen del colegio van a trabajar.
Son lo suficientemente pequeños como para que la comunidad internacional se levante ante el hecho de que tengan que trabajar, pero lo suficientemente maduros como para saber diferenciar el trabajo de la explotación.
La Unión de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (UNATSBO), que consiguió negociar con el Senado boliviano la aprobación del código que permite a los menores desde 10 años decidir si quieren trabajar, quiere ir más allá y quiere dejar claro que, aunque tengan que trabajar, no deben ser explotados.
Aunque para numerosos organismos la explotación infantil se da desde el momento en el que los menores están trabajando, los niños bolivianos opinan que hay que distinguir la explotación del trabajo, para poder mantener la regulación del segundo sin que se dé la posibilidad de que se aplique el primero.
Rodrigo Medrano tiene sólo 15 años y es uno de los principales líderes de la UNATSBO, que ha logrado regular el trabajo infantil en su país. Rodrigo sabe lo que es trabajar porque vende chicles y batidos desde que tenía siete años. Aunque los principales empleos a los que se dedican los niños en Bolivia son el de vendedor, limpiabotas o limpiacristales en los semáforos, Rodrigo pero sabe que hay muchos otros niños que no tienen la misma suerte y no trabajan en una tienda familiar, sino en los que se consideran trabajos peligrosos: en una mina, en una obra o en la zafra de caña y castaña.
Estos trabajos son más peligrosos y, además, menos visibles. Pero la UNATSBO quiere acabar con eso y su primera medida es que sean denominados por su nombre: explotación. “Para nosotros es un trabajo que si se realiza es una explotación, si se lo sigue tomando como un trabajo se seguirá realizando, de una manera u otra”, asegura Medrano.
Así, si siguen avanzando con la misma fuerza con la que han avanzado hasta conseguir aprobar la reforma laboral que les categoriza como trabajadores y que les otorga, por tanto, los derechos y las condiciones con las que todo trabajador debe contar, serán los pequeños bolivianos los que conseguirán, paulatinamente, acabar con la explotación infantil en Bolivia.