La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y otros organismos se encargan, entre otras cosas, de luchar para evitar la explotación y el trabajo infantil. Mientras, en Bolivia, son los propios niños los que luchan para que el Gobierno reconozca ese trabajo y lo regule para evitar la explotación. Desde los ojos de la mayor parte de estos niños bolivianos, el trabajo no es tan terrible: ellos sí quieren trabajar, pero quieren hacerlo dentro de la legalidad.
Yaguar Mamani Paredes es uno de esos tantos pequeños bolivianos que quieren poder estar en el mercado laboral y no sólo eso, sino que él ha sido el portavoz de sus compañeros a la hora de negociar las reformas laborales con el Gobierno.
Yaguar tiene 10 años y cada día, al salir de la escuela, se va al mercado donde, junto a su madre, vende zumos de frutas. Media jornada, cinco horas de trabajo, después de haber estado estudiando en el colegio. Pero le gusta, no sufre. “Vendiendo puedo aprender a sumar y a multiplicar”, asegura el pequeño a la BBC y, con el dinero que gana, su madre le puede comprar “útiles y cosas para el colegio”.
Sólo hay una cosa que no le gusta de trabajar: que descansa menos porque consigue dormirse muy tarde todos los días. Yaguar es uno de los cerca de 850.000 niños y adolescentes que forman parte del mercado laboral de Bolivia, y también miembro de la asociación que negoció el Código Niño, Niña y Adolescente que sitúa la edad mínima para el trabajo infantil en los 10 años, como caso excepcional, y en los 14 años para los casos habituales.
La Unión de Niños y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (UNATSBO), que calcula que las cifras de menores trabajando supera el millón, es la encargada de pedir que se respeten sus derechos como trabajadores, aunque sean menores. “Defendemos nuestros derechos como niños y adolescentes trabajadores”, asegura Rodrigo Medrano, de 15 años.
Rodrigo vende chicles y batidos desde que tenía siete años y es uno de los jóvenes que ha conseguido reunirse con el presidente boliviano, Evo Morales, con quien no ha tenido ningún problema a la hora de abordar el tema. “El presidente nos dio su visto bueno porque él también cuando era pequeño era un niño trabajador”, explica a la BBC Rodrigo. “Nos dio la razón y entonces ya hubo más interés de los senadores y diputados para que se sentaran a escuchar a los niños trabajadores”, añade.
Desde diciembre de 2013, los niños de la UNATSBO se han ido concentrando una vez por semana en La Paz para pedir que se reconozcan sus derechos, y fue entonces también cuando empezaron a concretar la estrategia que debían seguir para poder negociar su estatus con el Senado boliviano.
Negociaciones en el Senado entre legisladores y niños
Con la inocencia en los ojos, muchos de los pequeños de la asociación boliviana se sentaron en la mesa de negociación del Senado para debatir antes de aprobarse la legislación. El diputado oficialista Javier Zavaleta aseguraba que el Gobierno, con niños y niñas, está “dispuesto a darlo todo” pero que era un debate complejo “porque persiguen ideales que a veces son difíciles de cumplir”.
“Nosotros nos reuníamos con ellos y son niños inteligentes que entendían nuestras razones, y sabían que si ellos pudieran elegir, no estarían trabajando. Estarían jugando, en una guardería o en un colegio”, asegura. Aunque esta afirmación parece no estar tan clara cuando los pequeños de la UNATSBO, que se reúnen cada 15 días, hablan del trabajo.
Por ejemplo, Rodrigo cree que los convenios internacionales como el de la OIT que prohíbe que los menores de 14 años trabajen no se adecuan a la realidad boliviana. “Son convenios que hace la ONU o la OIT, pero creo que se firman sin haber pasado mucho tiempo aquí, en Bolivia, y deberían firmarse en base a la actualidad”, explica.
De la misma opinión es el mandatario boliviano que, en su opinión, considera que no debería prohibirse por ley el trabajo infantil porque es producto de la necesidad de las familias en algunos casos, y también ayuda a que los niños tengan conciencia social.