Dejan todo a su paso. Abandonan su hogares, sus casas y salen corriendo en cuanto aparecen los combatientes del ISIS. Conocen las atrocidades que cometen. Los que no han conseguido huir se encuentran ahora atrapados en sus propias casas, con el toque de queda y con interrupciones continuas de la electricidad y del suministro de agua. No se atreven a salir.
La violencia se recrudece en Irak, un país que desde la ocupación extranjera en 2003 es un reguero de atentados que enfrentan a suníes y chiíes, las dos facciones musulmanas. Los yihadistas en Irak han tomado partido por la minoría suní y echan leña al fuego de las tensiones sectarias con la mayoría chií, aliada del Gobierno de Nuri al Maliki y próxima a Irán.
En 2011, cuando EEUU abandonó el país, este grupo terrorista estaba más o menos derrotado, sin embargo en pleno auge de las tensiones entre suníes y chiíes, el grupo yihadistas ha encontrado un hueco para extender su influencia. En concreto a través del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS)
El grupo surgió en 2013, al calor de Al Qaeda y para combatir contra las fuerzas leales a Bashar al Assad, desde entonces luchan con otras fuerzas insurgentes en Siria e Irak. En Siria, su influencia está en el noreste del país, en la frontera turco-siria, en las provincias donde operan independientemente del Frente Al Nusra. En Irak controlan, las provincias de Ambar y Ninive donde se encuentran ciudades tan importantes como Faluya y Mosul.
Su líder es Abu Bakr al Baghadadi del que no se tiene mucha información, más allá de su nacimiento en 1971 en Bagdad. Se desconoce el número de exacto de combatientes que se cifran entre 3.000 y 5.000. Según recoge, el profesor Peter Neumann del King College, explica que el 80 por ciento de los yihadistas occidentales combaten en sus filas.