Por muy alto que haya hablado en Alemania, el nuevo presidente francés tiene pocas posibilidades de convencer a la canciller de que cambie radicalmente de rumbo
Había una gran expectación ante el primer encuentro entre Merkel y Hollande, pero era imposible que la era Merkoland comenzase de golpe. Por eso no dudaron en aprovechar la posibilidad que les ofrecía Grecia para manifestar su acuerdo en algo, que el país heleno debe permanecer en el Euro, y evitar así que el resultado de la primera reunión entre los dirigentes de los dos países destinados a dirigir Europa fuera un claro enfrentamiento.
Quizá hayan conseguido evitarlo en esta primera ocasión, pero lo más duro viene ahora. Atendiendo a su promesa electoral de impulsar el crecimiento, el flamante presidente francés, socialista, presionará a la neoliberal Merkel para que acepte un cambio en las normas del Banco Central Europeo y este pueda prestar dinero directamente a los gobiernos en lugar de a los bancos; al mismo tiempo pedirá mayor flexibilidad en los límites fijados a la inflación, que es del dos por ciento, y en el proceso de reducción del déficit que está ahogando a varios países europeos, Francia incluida. Pero estas propuestas sobrepasan las líneas rojas impuestas por Alemania.
Un acuerdo de mínimos sí es posible
A pesar de sus reticencias, los expertos creen que Alemania aceptará el envite político de Hollande por el crecimiento, con el que coincide en lo básico (es decir, en la necesidad de crecer), y buscará vías de acuerdo incluso a costa de ceder en su ortodoxia neoliberal. Es algo que no tardaremos en ver, según el profesor de Ciencia Política de la Universidad Libre de Berlín, Nils Diederich.
Será posible, por ejemplo, incrementar los fondos del Banco Europeo de Inversión y recolocar los fondos estructurales no utilizados para alimentar nuevas políticas de crecimiento. De momento, en el Consejo Europeo del próximo día 23 pondrá sobre la mesa el asunto de los eurobonos, una posibilidad que Alemania siempre ha contemplado como último recurso para evitar la debacle.
Algo que nos interesa especialmente es que Hollande podría incluir en su cartera de peticiones medidas para flexibilizar la presión existente sobre Grecia, Portugal y España, como una bajada de los tipos de interés y más tiempo para alcanzar el objetivo de reducir el déficit del PIB al 3 por ciento, cuyo límite está ahora en 2013.
Francia también tiene problemas económicos
El problema para Hollande es que Francia parte con desventaja en cualquier posible negociación con Alemania. Según los datos de la Comisión Europea, Francia creció solamente un 0,1% en el último trimestre de 2011 y se estancó en el primero de este año, algo que puede volver a suceder en el segundo. Por el contrario, el crecimiento alemán del 0,5 por ciento en los tres primeros meses de 2012 ha evitado que el conjunto de la Unión Europea haya caído en recesión.
Además, los problemas estructurales de Francia, con un desempleo del 10% y unas promesas electorales que conllevan un aumento del gasto público, como la creación de 60.000 puestos de trabajo en educación, aproximan al país vecino a la Europa con problemas que apela a la solidaridad de los miembros más ricos de la Unión. Y ahí es donde se ensancha la línea roja de Merkel, que siempre ha mantenido que no está dispuesta a que los impuestos de los alemanes sirvan para pagar las deudas de otros ciudadanos europeos.
La agenda de la renegociación
El camino de la renegociación ha comenzado, pero hasta bien entrado el verano no conoceremos su alcance. Entre tanto, habrá que estar atentos a ciertos acontecimientos que pueden modificar su desarrollo. Si la repetición de elecciones en Grecia, prevista para junio, da un resultado similar al de las últimas aumentará la posibilidad de que salga del Euro, con lo que ello conllevará de presión para la deuda de otros países, entre otras la española.
También hay otras elecciones en Francia. En junio se celebran las legislativas, que podrían debilitar a Hollande si el resultado no le resulta favorable. Y por el camino están también una reunión del G-8 de este fin de semana, la mencionada cumbre extraordinaria europea del 23 de mayo y el Consejo Europeo que debe poner fin a la presidencia danesa del semestre en junio.