Pablo Infante se ha convertido en el protagonista de la Copa del Rey después de llevar al Mirandés hasta los cuartos de final de la competición, algo que un equipo de Segunda B no conseguía desde que en 2005 la Gramenet se metiera entre los ocho mejores del torneo, y el equipo burgalés lo ha conseguido gracias a los cinco goles de Infante, que le convierten en el máximo goleador copero.
Sin embargo, Pablo Infante no es un »crack» mundial ni se pegan los grandes equipos por él, ya que con 31 años sólo ha jugado en Segunda B y Tercera a pesar de su gran calidad. Además, Infante es el único jugador del equipo que no es profesional y tiene que compaginar el fútbol con su trabajo en una entidad bancaria en Quincoces de Yuso, a 50 kilómetros de Miranda.
El extremo del Mirandés se ve obligado a levantarse cada día a las seis y media de la mañana para estar a las ocho en su oficina y después de su jornada laboral, recorrer otra vez los 50 kilómetros hasta el campo de entrenamiento. A pesar de ello, Infante es el Pichichi de Copa y el segundo máximo goleador del Grupo II de la Segunda B con 9 tantos, sólo superado por Roberto Torres, de Osasuna B, con 12.
A pesar de todo, Infante es un hombre modesto que no ansía vivir del fútbol y conseguir un contrato multimillonario por un equipo importante o firmar por una marca deportiva, sino que se siente afortunado de poder compaginar el trabajo con el fútbol, que es lo que más le gusta, y que le está recompensando con una Copa del Rey fantástica y que, por el momento, no tiene fin.