Hacía tiempo que no veía a alguien tan duro como al Clint Eastwood de Por un puñado de dólares (1964). Mamma mia! Más que ojos, el tipo tiene bayonetas. Mira a saco. Por no hablar del esfuerzo sobrehumano que habrá tenido que hacer para lograr no sonreír en los 95 minutos que dura el western.
Me encantan casi todas las películas de Clint. Las de antes y las de ahora. Y él, ¡buah!, debo de estar entre sus fans número 1. Lo que no me gusta tanto son las miradas perdona-vidas que a veces se nos pueden colar en la convivencia familiar.
Frente a las miradas fulminantes, Juan Bárbara propone una “movilización de ojos serenos” que podría empezar en nuestros hogares. En su poemario La alegría, en singular, se escoge (1987), Bárbara se atreve a poner voz a algunas de esas miradas tranquilas:
Existes y me alegro. / Cometí el mismo error. / Gracias. /Te escucho. / Lo mejor tuyo, veo. / Nunca te agotaré del todo, tanto eres.
Y nosotros, si tuviéramos que elegir voz para nuestras miradas, ¿con cuál nos quedaríamos?