Año nuevo. No sabemos a qué nos enfrentamos. Al ring de la vida irán subiendo sucesos de lo más variopintos. Tic, tac. Tic, toc. Nos gustaría saber de qué lado vendrán los ganchos. Y, como cada año, nos quedaremos con las ganas. Snifff.
Hay auténticos cracks del optimismo. Gente que se las lleva todas. Y que, a pesar de todo, te aseguran: “Espera. Un asalto más. Sólo uno más y ganaré por KO”. ¡Y se quedan tan anchos!
Gente así te alegra la vida. Pero me temo que el común de los mortales no somos tan optimistas. Los sucesos negativos nos afectan, y quizá van dejando un poso de realismo trágico. Nos ponemos muy serios y sabiondos. “¡Uy! ¿Eso? ¡Eso ni lo intento! ¡Si seguro que sale mal!”. Snifff al cubo.
Puede que al pesimismo no lo ganemos por KO, pero sí asalto tras asalto. Porque empezamos a valorar más las cosas buenas que nos ofrece la vida; sobre todo, las que tenemos más a mano. Esas pequeñas alegrías que –aquí y ahora– nos regalan nuestros seres queridos. Año 2012. Venga lo que venga, apreciar más. Agradecer más.