“Lo que desencadenó la dimisión de Suárez fue una tensa reunión, que él consideró una “encerrona” con generales en Zarzuela”. El periodista Abel Hernández desvela así un episodio insólito de la historia de nuestro país. Aquel día de 1981, los militares entraron sin llamar en la residencia del Rey. Don Juan Carlos se encontraba de cacería en aquel momento, y ante la gravedad de la situación, decidió regresar. Lo hizo en helicóptero, pese a que era un día lluvioso, gris. “Llamó de inmediato a Suárez y lo dejó a solas con los mandos militares. La reunión fue tremendamente tormentosa, hubiese o no pistolas de por medio en ese momento. Y en aquel momento, fue cuando Suárez, realmente, se dio cuenta de que había perdido la confianza del Rey”. El 29 de enero de 1981 anunciaba su adiós.
Hernández ha sido confidente del expresidente durante años. Con él, ha vivido alguno de los momentos clave de nuestra historia política, y con él escribió también un libro “Fue posible la concordia”. Sobre él, muchos más, entre ellos “Suárez y el Rey”, en el que desgrana las complejas relaciones de idas y venidas entre el presidente y el monarca. El último es “Secretos de la Transición” (Plaza y Valdés), donde recoge los momentos más desconocidos de un período del que parece saberse ya todo. “Siempre quedan algunos secretos”, dice Hernández.
Tal fue su cercanía a Suárez, que incluso el Rey le hizo un encargo personal : tenía que decirle al presidente que se fuese. “El día de San Juan de 1980, el Rey tuvo interés en hacer un aparte conmigo, con mi mujer como testigo mudo. Me propuso, sin rodeos, que yo le llevara al presidente el mensaje; el mensaje, tal como lo percibí, era que así no se podía seguir, que su comportamiento tenía que cambiar, que era imprescindible que saliera del encierro de la Moncloa y diera la cara en el Parlamento. La frase final del rey que nunca olvidaré fue: “No hay que cambiar a Adolfo, pero Adolfo tiene que cambiar” Nunca cumplió el ultimatum de don Juan Carlos.
Aquel 1980, Suárez atravesaba ya sus horas más bajas. Los militares seguían sin perdonarle la entrada de los comunistas, sus barones le daban la espalda, los socialistas presionaban de manera incansable. Suárez recibía críticas por sus reticencias a entrar en la OTAN. ETA estaba en su época más dura. Aquel año, mató a 92 personas. Se avecinaba la moción de censura, el momento más dificil de toda su carrera. “Fue un acoso tremendo, aquel día empezaron la sesión llamándole Tahúr del Mississippi y otras lindezas, entre los aplausos de la izquierda”
Pero lo peor, fue que por primera vez se dio cuenta de que su propio partido empezaba a fallarle. Se sintió traicionado por sus más cercanos. “Suárez tenía también muchos defectos, y uno de ellos era que era muy susceptible. Se sintió completamente desamparado” El presidente más desamparado de la historia de nuestro país, dice Hernández. Llegó a sentir pánico a acudir al Parlamento, un auténtico miedo escénico cuando debía enfrentarse a los diputados en las Cortes. Le había fallado su partido, y también el Rey.
Don Juan Carlos había advertido el declive del presidente y sabía que las presiones para que se fuese eran insostenibles. “Se dio cuenta de que Adolfo estaba quemado, bloqueado, y que había que salvar la Corona con una pasada por la izquierda”, dice Hernández. Armada, antiguo jefe de la Casa, le había sugerido al Monarca un gobierno de salvación presidido por él y con Felipe González como vicepresidente. El PSOE también había hecho su juego de fichas para un gobierno a medida. El Rey pensaba que la marcha de Suárez era la única forma de salvar la Corona.
Además, don Juan Carlos no ocultaba cierto recelo hacia el presidente. La aprobación de la Constitución le había hecho perder poder, en beneficio de Suárez.“Ya no tenía los poderes de antes. Suárez imponía las condiciones” Tampoco le habían sentado bien a don Juan Carlos las advertencias de que Armada acabaría dando el golpe. “En un duro enfrentamiento, Suárez le obligó a ponerse firme y a dejar la secretaría de la Casa del Rey. Fue la manzana de la discordia”.
La marcha de Suarez no arregló las cosas entre ambos. El rey le concedió el Ducado con Grandeza de España con una condición: que se retirase de la política. El expresidente dijo sí por lo bajini, pero apenas seis meses después de su marcha fundó el CDS. Desde ese momento, las relaciones quedaron rotas. «Esto ocasionó que se cerrasen las comunicaciones y que hubiese un gran silencio entre ellos”
Sólo la Reina siguió llamando, cada 25 de septiembre, para felicitarle el cumpleaños. La ruptura fue, para Suárez, un golpe letal “La vivió con mucha amargura, pero sin perder nunca la lealtad a la Corona”
Luego vino el reencuentro, quizás ya tarde, cuando dejó la política, esta vez sí definitivamente, pero no por presiones políticas. Sino acosado por su propia decadencia y las enfermedades familiares.
Hernández tuvo ocasión de hablar con él hace unos años, cuando la enfermedad de Amparo ya estaba muy avanzada. Coincidieron en una sala del aeropuerto de Barajas, y hablaron de España, como le gustaba hacer a Suárez. “Era un gran patriota y estaba preocupado por Cataluña, veía el problema claro, lo traía de cabeza. También estaba preocupado por el aborto, él era un firme defensor de la vida.”. Por entonces, aún se acordaba de que había sido presidente. “Se sentía muy orgulloso. Sabía que había hecho de lo que se debía hacer, aunque hubiese tenido un gran coste para él. Siempre se sintió como un activo personaje, con el Rey, el que había llevado esto adelante”. Poco después de ese encuentro, su memoria empezó a esfumarse.