Los diésel eran, antes, cosa de camioneros. Se trataba de motores toscos, rudos, ruidosos. Inservibles para un turismo. Pero, desde mediados de los ochenta, mejoraron y empezaron a copar el mercado de los utilitarios. Se pusieron de moda. Por un lado, se gastaba menos en combustible. Por otro, porque emitían menos CO2. Muchos modelos pequeños y medianos diésel estaban exentos de pagar el impuesto de matriculación por no superar los 120 gr/km.
Desde entonces han dominado el mercado de los turismos. Siete de cada diez vehículos vendidos en 2006 llevaban motor diésel, según los datos de la Anfac Asociación Española de Fabricantes de Automóviles Turismos y Camiones (Anfac) recopilados por este diario.
GRÁFICA
Pero algo ha pasado de unos años a esta parte. Las matriculaciones de estos vehículos están en caída libre, aunque aún suponen algo más de la mitad hoy por hoy. “Están siendo demonizados por contaminantes, porque el nuevo paradigma es la lucha contra los óxidos de nitrógeno NOx”, asegura a Teinteresa.es Juan Carlo Payo, director de Autopista, que ha observado el mercado del motor durante tres décadas.
En la misma línea se expresa a este diario Adolfo Randulfe, portavoz de Anfac: “ños fabricantes están convencidos de que, a la larga, el diésel será residual en los turismos, y se quedará para vehículos de mayor tamaño y mayor precio, camiones o berlinas de alto coste, por ejemplo”.
El problema es el precio. Se puede hacer que un diésel esté por debajo del estándar actual de contaminación europeo, el llamado Euro6. Pero el coste de adaptación hace que no sea rentable hacerlo en los modelos más baratos.
“En los modelos de alta gama, de 40.000 o 50.000 euros, no pasa nada si repercutes el coste de 500 o 700 euros de adaptar el motor diésel a la norma”, opina Payo. En un modelo más barato, pierde el sentido. “Los diésel se quedarán para ‘viajantes’, gente que hace centenares o miles de kilómetros, porque siguen siendo el modo más eficiente de viajar. Es imbatible, ni híbridos ni nada”, concluye.
Esta opinión coincide con la del sector. Más de la mitad de los directivos de empresas automovilísticas consideran que el diésel será la primera tecnología de propulsión en desaparecer de la cadena de montaje de las plantas de fabricación de vehículos, según el Informe Global sobre Automoción 2017, elaborado por KMPG. El documento recoge la opinión de 1.000 directivos del sector y de más de 2.400 conductores de 42 países.
El choque con la política
Los altos niveles de contaminación en algunas grandes ciudades están generando una “guerra política contra el diésel” que merma las posibilidades de supervivencia de la tecnología en ciertos vehículos.
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha calificado a estos motores como “extraordinariamente peligrosos por las partículas que generan”, y no sólo por las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2).
El pasado 23 de enero el diario El País adelantó que el Ayuntamiento de Madrid trabaja para prohibir los coches diésel contaminantes en Madrid antes de 2020, como parte de un paquete de medidas contra que incluye la restricción del acceso a todo el centro en 2017, llevar los parquímetros a barrios de fuera de la M-30 y ampliar la bicicleta pública con nuevos contratos al margen del ya existente con la empresa BiciMad.
El consistorio ha negado que estudie tal prohibición. Sin embargo, figura junto a Atenas, México DF y París entre las ciudades que se han comprometido a eliminar de la circulación los vehículos diésel en 2025, según la nota de prensa difundida el 1 de diciembre por el C40, un grupo formado por 40 tantas ciudades del mundo contra el cambio climático.
“No es un vendaval, pero si se sigue exigiendo medidas contra la contaminación, los vehículos pequeños dejarán de ser diésel, porque no tendrán tanta demanda”, concluye Anfac. “Lo que hay que hacer es rejuvenecer el parque móvil. En realidad, un coche diésel actual consume menos que 100 de los antiguos”, arguye Payo.