FCC, el grupo empresarial más familiar, el guardián de las viejas esencias, el gran conglomerado hermético y tan especial controlado por Esther Koplowitz y su guardia de corps hasta que la crisis empezó a cobrarse las facturas de los errores estratégicos, ha tenido que convertir en socio de referencia (obligada por las circunstancias) a ese gran tiburón blanco que es George Soros.
Por primera vez en su larga trayectoria empresarial, Koplowitz va a tener que compartir el puesto de mando con quien es mucho más que el futuro dueño del 25% del grupo constructor y de servicios, más o menos el mismo porcentaje que tras la ampliación de capital que ultima el grupo tendrá la todavía accionista mayoritaria.
Soros es también su salvador, el hombre que ya en pleno desplome del valor en los mercados compró el 4% de la compañía dando a FCC un extraordinario espaldarazo que también secundó Bill Gates, dueño del 7% del capital. La expectación es máxima para ver como casan Esther Koplowitz y el hombre que hace ya muchos años provocó un desplome sin precedentes de libra esterlina.
El desembarco de Soros supondrá una enorme revolución en una compañía que en los buenos tiempos siempre trabajó de puertas hacia dentro, con una discreción y ausencia de ruido que los problemas financieros del grupo y su primera accionista ha hecho saltar por los aires.
El consejero delegado Juan Béjar –un reputadísimo ejecutivo que en términos de prestigio se ha quemado lo justo y menos en el proceso de salvamento del grupo- tendrá que hacer encaje de bolillos para que las piezas encajen. Suya será la tarea de sincronizar dos estilos a priori tan antagónicos en una compañía obligada aún más a cambiar sus usos y costumbres.