En el este de Hungría, han vuelto a corretear por los campos ejemplares de cerdo de la raza Mangalica, que tienen sus patas, lomos y también el hocico cubiertos de lana rizada. Esta variedad porcina a primera vista provoca una sonrisa, pero en realidad cuenta con un gran atractivo para la industria de la alimentación.
Según cuenta la BBC, el cerdo Mangalica fue criado por primera vez para ocupar un sitio de honor en las viandas de las mesas del emperador austro-húngaro, pero en los años en que el país estuvo bajo el yugo comunista se acercó al borde de la extinción.
Después de la caída del muro de Berlín en 1989, el genetista alemán Peter Toth se fue en una misión al país con el único cometido de rescatar al Mangalica, comprando los últimos ejemplares vivos directamente a los mataderos.
La raza fue rescatada gracias al desvelo de Toth, que ahora, como presidente de la Asociación de Criadores de Mangalica, está enamorado de la raza y supervisa la cría de 20.000 cerdos de esta peluda variedad.
Y es que la carne del Mangalica es famosa por ser considerada de lujo en el mercado del cerdo, tal y como pasa con la del buey de Kobe japonés, por lo que se sirve en los restaurantes con estrellas Michelin de todo el mundo.