Si se electrifica parte de una jaula en la que hay un perro, éste aprende por dónde no tiene que huir. Si se electrifica la otra parte de la jaula, el perro recibe descargas, y llega un momento que no sabe por dónde puede salir y se queda quieto, incluso aunque ya no esté electrificada ninguna de las partes. Es lo que se conoce como indefensión aprendida, y explicaría por qué las chicas de Cleveland no escaparon antes de la casa de los horrores.
Amanda Berry, Michelle Knight y Gina DeJesus aprovecharon la única posibilidad que tuvieron para escapar en estos diez años que han pasado cautivas en la casa de los horrores de Cleveland. Así lo aseguró la Policía ante las preguntas surgidas acerca de los detalles de un secuestro que ha conmocionado a medio mundo.
El doctor en Psicología Javier Urra asegura que es muy normal que la gente se pregunte cómo no intentaron escapar antes. «Es difícil que un ciudadano lo entienda. Esto sólo se explica desde un punto de vista psicológico, desde el concepto de indefensión aprendida y desde el de secuestro emocional«. Porque Amanda, Michelle y Gina muy probablemente sí tuvieran fuerzas físicas para huir, pero no mentales.
Se sabe, porque así lo recoge el informe policial de Cleveland, que Ariel Castro, el secuestrador, durante todos estos años les tendió algunas trampas a las chicas para hacerlas creer que podían huir, y cuando lo intentaban, él las sometía a días enteros de palizas y torturas, dejándolas sin comer y golpeándolas.
Es muy probable que llegara un punto en el que las chicas se vieran incapaces de darse a la fuga. Javier Urra indica que “las chicas aprendieron que no tenían escapatoria posible”, y al no tenerla, dejaron de intentarlo. Hasta que Amanda, posiblemente la más fuerte, vio una ocasión para huir y la aprovechó: su carcelero salió a comer a una hamburguesería y se dejó la puerta principal abierta, esta vez por un descuido de verdad.
“Sucede algo parecido a los casos de malos tratos”, añade el doctor Urra, “cuando la gente se pregunta por qué una mujer, que incluso puede que no tenga hijos y goce de independencia económica, no se va de casa. Pues porque ha generado indefensión, no ve dónde está la salida, muy probablemente su marido la ha aislado de su círculo social y ha perdido la relación con el mundo…”.
En este sentido, Urra reconoce que “es difícil que el ciudadano lo entienda, pero está claro que ellas querían escapar y no sabía cómo. Querían irse, pero no podían. Es como cuando alguien está paralizado por el miedo. ¿Puede salir físicamente de la cama? Sí. ¿Lo hace? No, porque le puede la situación”.
Y en cuanto al segundo concepto, el del secuestro emocional, aquí interviene la manipulación del secuestrador: “Te estoy pegando pero en el fondo te quiero, somos una familia…. En estos casos se establecen relaciones confusas y complejas que son difíciles de entender por la sociedad”.
Se les dañará si se cuestiona su comportamiento
Javier Urra advierte del daño que les puede hacer a las chicas rescatadas el que socialmente, en los medios de comunicación, se cuestione su comportamiento. “Deberían estar alejadas de todo esto”. Y es que otro gran problema que se genera en una situación de secuestro de este tipo, tan prolongado en el tiempo, es el del “sentido de connivencia. Ellas piensan que si no consiguieron escapar de niñas, ya no lo podrán hacer» y puede incluso que se adapten a la situación. «El problema es que ahora la sociedad desconfíe de lo que ellas digan. Si los medios de comunicación las ponen en duda, se les hará mucho daño”, añade el doctor.
Javier Urra diferencia el caso de las chicas de Cleveland con otros secuestros largos de sólo una persona: “Aquí eran tres, eran un grupo, la capacidad de decisión era mucho mayor”. Sin embargo, entran en juego otros factores, como el miedo o la indefensión que genera el ver las aberraciones y torturas a las que se está sometiendo a las compañeras de cautiverio. Y añade: “Es muy difícil valorar dónde está el límite del poder y del querer en estos casos”.
¿Y qué pasará a partir de ahora con Amanda, Michelle y Gina? No será fácil su proceso de reinserción en la sociedad, debe ser lento, “con guante de seda, dejarles tiempo y que vayan interiorizando todo”, pero nunca volverán a estar normalizadas: “Se les han robado diez años de su vida, además en una etapa de crecimiento y maduración muy importante. Podrán continuar con sus vidas e incluso ser felices, pero siempre les quedará un interrogante, una mancha, un vacío…”.
Se ponen en »piloto automático»
Por su parte, psicólogos citados por la agencia AFP señalan que con frecuencia las víctimas de estos secuestros tan largos se ponen en «piloto automático» para sobrevivir.
En este «tipo de situación extrema, prolongada, con frecuencia estas personas pueden sobrevivir desconectándose de su entorno inmediato, encerrándose psicológicamente e incluso desde el punto de vista sensorial», afirma Steven Gold, responsable de investigación en la Nova Southeastern University de Florida (sureste de EEUU).
Es como cuando uno enfrenta un peligro inminente, «actúa de manera instintiva, en piloto automático. En los casos de violencia prolongada, vivir en piloto automático ya no es una respuesta instintiva, se convierte en una manera de vivir», agrega este profesor de un Centro de estudios psicológicos.
Violaciones, golpes, cadenas, las informaciones comienzan a filtrarse diariamente sobre el calvario padecido por las tres jóvenes rescatadas el lunes de la «casa del horror», Amanda Berry, de 27 años, quien dio a luz en cautiverio a una niña, hoy de 6 años, Gina DeJesus, de 23 y Michelle Knight, de 32.
«La mente humana tiene una capacidad de adaptación increíble«, afirma por su parte Elaine Ducharme, psicóloga especializada en violencia sexual en Glastonbury (Connecticut, noreste), «el instinto de sobrevivencia lo tenemos programado». Y sin pronunciarse sobre el caso específico de las jóvenes de Cleveland, la psicóloga indica que «cada persona es diferente».
Algunas «se concentrarán sobre la posibilidad de escaparse y piensan en ello todos los días«. Cuando esta esperanza se desvanece, «pueden volverse hacia Dios. Deben concentrarse en algo. Ya sea escuchar a los pájaros afuera, las comidas, que serán el gran momento de la jornada, escuchar el sonido de una radio fuera o mirar la salida del sol».
Según el especialista Michael Mantell, ex jefe de psicología de la policía de San Diego (California, suroeste), «debieron pasar de »es horrible» a »puedo soportarlo».