Cada nuevo dato que se conoce de lo que ocurrió en el interior del 2207 de Seymour Avenue, la casa de los horrores de Cleveland, es más estremecedor que el anterior, y demuestra la crueldad y el sadismo a la que Gina, Amanda y Michelle fueron sometidas.
El informe que realizó la Policía de Cleveland después de haber entrevistado a las chicas tras su rescate apuntaba a que vivieron años en el sótano, encadenadas. Además, un familiar de Gino dijo que habían estado atadas como perros.
Ahora, según recoge el Daily Mail que cita a dos médicos que atendieron a las chicas, se ha sabido un dato que añade crueldad a lo ya conocido. Según las fuentes, Gina DeJesus no puede mover el cuello ya que tiene dañas las articulaciones y los músculos. Y esto es así por la cantidad de tiempo que pasó en su cautiverio atada del cuello.
Y es que el sótano se convirtió en un auténtico cuarto de tortura, tanto que los médicos han asegurado que las jóvenes fueron tratadas como prisioneras de guerra. Y sometidas, además, a todo tipo de abusos sexuales cometidos por el secuestrador, que se llamó a sí mismo depredador sexual y que aseguró en los interrogatorios policiales que no podía reprimir sus impulsos.
Posiciones de estrés, como en Guantánamo
En el sótano había correas para perros colgadas del techo y cadenas que pendían de las paredes. Las jóvenes permanecieron atadas años, tanto que Gina ha perdido la movilidad del cuello y todas presentaban escaras y ulceraciones por estar meses en la misma posición, posiciones además que los médicos que las han tratatado han llamado de estrés o de tensión.
Precisamente estas posiciones de estrés es uno de los métodos de tortura utilizado, por ejemplo, en campos de prisioneros como Guantánamo. Se fuerza al reo a una postura en la que la mayoría del peso de su cuerpo recae sobre uno o dos de sus músculos, lo que provoca un dolor insoportable y acaba con el desgarro de ligamentos de la articulación.
El tiempo que pasaban de esta manera les ocasionaba además úlceras y escaras debido a la inmovilidad, además de otro tipo de heridas. Pero además, en el sótano también las mantenía con grilletes.
También se ha sabido que cuando Ariel Castro se iba de casa por largos períodos de tiempo, acostumbraba a taparles la cara con cinta adhesiva, incluso los ojos, y sólo dejaba una pequeña abertura para que pudieran respirar. Cuando regresaba, les quitaba la cinta tirando de la piel y del pelo, provocándoles también heridas.
Michelle y Gina, las más perjudicadas
Las informaciones recogen también que todas, absolutamente todas las habitaciones de la casa, tenían candado, incluidos los cuatro dormitorios de la planta superior, tras los cuales sólo había un colchón tirado en el suelo.
Gina, Amanda y Michelle han reconocido a la Policía que apenas tenían movilidad por la casa. Los primeros años permanecieron encerradas en el sótano. Al final, Ariel Castro a veces las dejaba salir del infierno para encerrarlas en alguna de las habitaciones, y en estos casos casi siempre era Amanda a la que subía arriba. A Michelle y a Gina las dejaba en el sótano.
Ariel Castro utilizaba la comida como un sistema de tortura más. De nuevo, Michelle y Gina eran las más perjudicadas, tanto que los médicos han detectado a su salida una severa desnutrición. A Michelle, que le provocó cinco abortos a base de golpes, la dejaba semanas enteras sin comer hasta que apenas podía sobrevivir.
En este sentido, Castro hacía comer a una de ellas, o a dos, mientras la otra o las otras dos, a las que había dejado sin comer durante días, tenían que mirar sin probar bocado. Los datos apuntan a que a veces Gina y Michelle compartían comida a escondidas. Las dos salieron demacradas y desnutridas de la vivienda.
Lo que se desprende de todos estos datos es que parece que Ariel Castro trató mejor a Amanda que a Gina y a Michelle. Los psicólogos han explicado que entre las tres chicas, que no se conocían de antes, se generó un estrecho vínculo que se fortaleció con el nacimiento de Jocelyn, la hija que tuvo Amanda fruto de las violaciones de su carcelero.