Comer insectos o productos elaborados a partir de estos, como barritas energéticas con harina de grillo, dejará de ser algo exótico para convertirse en una práctica habitual en Europa. Una nueva regulación para la autorización de nuevos alimentos entró en vigor el 1 de enero en la Unión Europea. Y en este nuevo paquete legislativo, conocido como «Novel Food» (nuevos alimentos), están incluidos por fin los insectos.
La falta de regulación hasta ahora impedía a los españoles satisfacer su curiosidad de probar grillos, saltamontes, gusanos… una opción saludable y nutritiva muy común en la cultura culinaria de Asia, África y parte de Latinoamérica. Pero en 2018 las cosas han cambiado, y dado el interés comercial y empresarial que despierta esta nueva alternativa alimenticia, parece que pronto los insectos comestibles entrarán en los hogares españoles.
Según la FAO, los insectos más consumidos son los escarabajos (coleópteros, 31%), las orugas (lepidópteros, 18%) y las abejas, avispas y hormigas (himenópteros, 14%). Les siguen los saltamontes, las langostas y los grillos (ortópteros, 13%), las cigarras, los fulgoromorfos y saltahojas, las cochinillas y las chinches (hemípteros, 10%), las termitas (isópteros, 3%), las libélulas (odonatos, 3%) y las moscas (dípteros, 2%). Y cada uno de ellos cuenta con sus propias particularidades nutricionales.
Los saltamontes aportan fibra, las hormigas contienen hidratos de carbono y los gusanos son ricos en ácidos grasos. La FAO subraya el potencial alimenticio de los insectos, una mina por explotar en países occidentales. Los insectos son más nutritivos de lo que parecen y forman parte de la dieta de más de 2.000 millones de personas en el mundo.
La mayoría de los insectos son ricos en proteínas y tienen alto contenido de zinc, calcio y hierro. En el caso de la oruga, por ejemplo, según la FAO, cien gramos de orugas proporcionan todos los nutrientes que un adulto necesita en un día: 53 gramos de proteínas, un 15% de grasas, alrededor de un 17% de carbohidratos y su valor energético ronda las 430 calorías.
Además de sus múltiples beneficios nutricionales cabe destacar que desde hace años la ONU sostiene que comer insectos puede ser la solución definitiva para acabar con el hambre en el mundo.