«El problema de Gibraltar se ve diferente desde la comarca del Campo de Gibraltar que desde el resto de España, y desde San Roque se ve de una manera todavía más especial, porque esta es la ciudad que se crea el 4 de agosto de 1704 a partir de los exiliados españoles de Gibraltar. La guerra de sucesión por la corona española se trató de una guerra civil con la intervención de potencias extranjeras que apoyaban a los bandos en contienda. Dado que Gibraltar tomó posición a favor de los Borbones, los ingleses aprovecharon esta circunstancia para tomar el peñón. Pero cuando los gibraltareños vieron a los ingleses levantar el pabellón de la Reina Ana -su Reina-, salieron en masa de allí; ellos se habían rendido a un bando español, no a una potencia extrajera. Salen del peñón y llegan a San Roque, donde había el referente de una pequeña ermita, y fundan la ciudad de Gibraltar en el exilio. Por ello se da un fenómeno curioso: San Roque y Gibraltar son los dos únicos pueblos del mundo que comparten la misma bandera.
A día de hoy, en la comarca del Campo de Gibraltar hay fluidez de trabajadores con el peñón y la relaciones personales entre los gibraltareños y las gentes de la comarca son buenas en el día a día, pero la realidad política es otra cosa de la que habitualmente no se habla. Bajo esta fluidez diaria subyace un problema permanente de soberanía, un problema que no será de fácil solución ni a corto ni a medio plazo.
En cuanto al problema de la pesca, creo que las autoridades gibraltareñas no tienen razón al prohibir el trabajo a los pescadores de Algeciras y de La Línea de la Concepción, y no tienen razón porque, entre otras cosas, esas son aguas españolas. Si revisamos el tratado de Utrecht por el que España cedió en 1713 la plaza de Gibraltar y la isla de Menorca a Inglaterra, veremos que, en el caso de Gibraltar, dicho tratado nunca cedió las aguas. Los gibraltareños solo tienen en propiedad las aguas de su puerto.
Por lo tanto, no pueden prohibir la pesca ahí porque son aguas españolas. Además, se da la circunstancia de que ahora, en la comarca, se están viviendo situaciones de una penuria muy grande; los funcionarios del ayuntamiento de La Línea llevan ocho meses sin cobrar el sueldo. Y es terrible que haya setenta barcos pesqueros españoles que no pueden faenar en sus propias aguas.
Pero los gibraltareños quieren afirmar su soberanía a cualquier precio. No se atienen a derechos de ningún tipo. Pretenden crear una jurisprudencia sobre algo de lo que carecen de todo derecho. Esta situación está generando fricciones de manera muy gratuita.
En cuento a la supresión del viaje de la Reina Sofía a Londres: creo que la política de gestos es importante. No se entendería en el Campo de Gibraltar que cuando una serie de familias lo están pasando tan mal porque no pueden pescar en sus propias aguas territoriales, los representantes de la Monarquía española fuesen a Londres para asistir a los eventos organizados por la Monarquía inglesa. Sería un poco hacer aquello que en Andalucía llamamos «reírle las gracias al señorito«. No soy monárquico, pero creo que la actitud de la Reina Sofía en este caso ha sido la correcta.
Creo que en estos momentos la cuestión ya no es solo de soberanía, que también, sino de reciprocidad. España ha aumentado el número de líneas telefónicas con el peñón y ha facilitado la asistencia de sus habitantes al Servicio Andaluz de Sanidad, el SAS, que es mucho mejor que sus propios servicios médicos. Hemos tendido la mano, pero por parte de los gibraltareños no hay reciprocidad.
Por su parte existe un recelo que ya no tiene razón de ser. El discurso que todavía se maneja dentro del peñón es el de cuando Franco, en 1969, mandó cerrar la verja. Aquello fue algo lamentable no solo para los gibraltareños, sino también para las gentes del Campo de Gibraltar: 13.000 trabajadores de la comarca se quedaron sin empleo. Los socialistas en 1982 abrieron la verja al paso peatonal y en 1985 la frontera se abrió de manera absoluta. Desde entonces se mantiene abierta tanto la verja como la colaboración, por lo que no tiene sentido sostener dentro del peñón el mismo discurso de cuando Franco.
El hecho es que Gibraltar ensombrece por completo las relaciones entre España y Reino Unido. Entre dos países que son socios dentro de la Unión Europea, mantener una situación de colonialismo es algo totalmente anacrónico. En los años 60 del pasado siglo, en pleno proceso de descolonización, la ONU promulgó un mandato por el cual se llamaba a Reino Unido y España a dialogar para descolonizar y reintegrar este territorio a la soberanía española. Ahora el gobierno de Gibraltar hace una lectura nueva de aquel mandato de la ONU y dicen que lo que reclama es la independencia de Gibraltar. Pero el peñón no es un territorio nuevo sino el desgajamiento violento de un territorio pre existente. Además, si volvemos al Tratado de Utrecht veremos que se cedió Gibraltar bajo unas condiciones que nos se han cumplido. Uno condición era que nunca iba a haber comunicación por tierra; a esto fue a lo que se agarró el General Franco en 1969 para cerrar la verja.
La actitud actual de Gibraltar es la de no colaborar más allá de lo que pueda redundar en su propio beneficio, y con el Gobierno que tienen ahora, que es menos moderado que el de Caruana, no parece que las perspectivas vayan a ser muy halagüeñas. Creo que hay dos comunidades llamadas a colaborar, pero esta colaboración solo se está dando por parte española. Por tanto, se debería buscar una solución para que haya una colaboración real entre las dos comunidades, sin abandonar en ningún momento el objetivo último de la reintegración territorial.
Pero el caso es que la opinión gibraltareña no quiere reintegrarse en España. Lo entiendo. Tienen una situación de privilegio y tienen miedo a que con un cambio puedan empeorar. Tiene un parlamento, autogobierno y más de 50.000 sociedades están establecidas allí (más sociedades que su número de habitantes).
Ahora dicen en Gibraltar que están aplicando la normativa europea de control financiero pero es evidente que las sociedades que hay allí duplican su número de habitantes. Dicen que es una actividad lícita, pero llama mucho la atención. Creo que forma parte de esa especificidad que quieren mantener, básicamente por que les genera unos beneficios económicos importantes.
Además, está el tema del contrabando. Hace una serie de años una buena parte de la gente de la comarca vivía de ello, desde entonces la zona se ha desarrollado e industrializado mucho y ya no es así. Ahora hay un menudeo con el tema del tabaco que esquiva al fisco español y que supone una entrada importante de divisas en el peñón. Esta economía no contable hace que el nivel de vida del peñón sea superior al de la comarca. Pero esto es mínimo en comparación con la actividad financiera que supone el gran número de sociedades que hay allí, sociedades de Arabia Saudí o Emiratos Árabes, lo cual demuestra que hay una actividad que nos es demasiado corriente. Gibraltar, aunque se niegue, es un paraíso fiscal. Hay muchas empresas que tienen su actividad en España pero que su domicilio está allí. Es una zona privilegiada para empresas y bancos y escapa al control de la Unión Europa y de España.
Todo esto crea una situación de intereses, privilegios y riquezas que no existe al otro lado de la verja y que los gibraltareños tienen miedo a perder. Por supuesto que también existe el arraigo a un territorio en el que llevan viviendo 300 años. Sin embargo, aquel es un territorio que perdió España hace ya más de tres siglos dentro de un contexto político y económico muy determinado, y es evidente que España, de manera civilizada, seguirá reivindicando sus derechos internacionales”.
– Antonio Pérez Girón es escritor, periodista y cronista oficial de la ciudad de San Roque (Cádiz).