La publicidad artesanal vuelve a Nueva York. Una combinación entre anuncios y graffiti está decorando algunas de las calles de la gran ciudad estadounidense con pinturas de muchos tamaños.
Esta forma de publicidad pintada a mano se fue perdiendo a partir de los años 60 cuando aparecieron métodos de impresión a gran escala menos costosos que los artesanales. Los pintores cayeron en desgracia y la mayoría fueron directos a la cola del paro.
Pero ahora, la empresa Colossal Media, se está dedicando a recuperar este »arte». BBC Mundo cuenta que se puede ver a cientos de pintores por las alturas decorando edificios y carteles de Nueva York. Al principio sorprendía a los ciudadanos, pero se están convirtiendo en un elemento más de una de las ciudades más famosas del mundo.
Uno de los fundadores de la empresa, el pintor Paul Lindahl, trabaja con un grupo de hombres que utilizan sistemas de poleas para maniobrar en andamios y mueven al »artista» por la pared. Las plataformas son de 71 centímetros de ancho y se han llegado a elevar a 90 metros de altura, nada apto para aquellos que sufran de vértigo.
El proyecto más grande que han hecho hasta ahora es el de retratar una fotografía de más de 7 metros de ancho en blanco y negro encargada por la marca de zapatillas Converse.
«Un reto distinto cada semana»
BBC Mundo recoge la experiencia de uno de los pintores que se dedica a realizar la publicidad a mano, el pintor Jason Jarosz. Este hombre cuenta que la ciudad es como un lienzo de prácticas para su trabajo personal.
«Es un reto distinto cada semana. Este mural de aquí tarda en hacerse entre cinco a seis días y luego pasas directamente al siguiente, distinto cliente, distinto trabajo», dice.
En su trabajo ha vivido momentos buenos y monetos malos, y el frío ha protagonizado muchos de sus días. «He visto peleas, choques de coches. No hay nada que puedas hacer desde ahí arriba».
«Una vez vi a dos halcones dando vueltas a mi alrededor en un trabajo realmente elevado. Estaba bastante preocupado«, recuerda. «Luego me di cuenta de que no me perseguían a mí, sino a una paloma en el andamio».