A primeros del mes de Agosto 2014, una noticia salió a la luz en RFI (Radio Francia Internacional): soldados congoleños de la MISCA, en Centroáfrica desde primeros de 2014, habrían supuestamente violado jóvenes mujeres de Bambari. La noticia era acompañada por el testimonio de una joven de Bambari en donde daba a entender que sí, que era cierto, pero mitad-mitad, que por una parte estos soldados, alejados de sus casas y sus familias desde hace meses tenían muchas ganas de «desahogarse» con quien fuera y, por la otra, que ella, la joven, vivía tan empobrecida después de que Bambari sea casi una «ciudad muerta» desde el mes de Julio en que fue violentamente atacada, que, una lata de judías con bacón le basta para alquilar su cuerpo un ratito a quien se lo proponga.
La MISCA está compuesta por 6.000 soldados. Vienen del Congo democrático (los que tenemos ahora en Bangassou), de Burundi, de Congo Brazza, del Camerún y del Gabón y acaban de convertirse en «cascos azules» pagados por la ONU, una vez realizada un sencilla operación de maquillaje como es la de cambiar casco y brazalete. Será 7.500 cuando lleguen marroquíes, del Bangladesh y paquistaníes. Pocos para tanta superficie que controlar por pistas en donde se van a quedar atrancados.
El conflicto centroafricano, dicen los mismos Seleka que lo provocaron hace dos años, fue detonado por la pobreza en que vivía la población del norte del país, sin escuelas ni hospitales, sin que se les tuviera en cuenta por pertenecer a dos etnias (Runga y Ngoula), en su mayor parte de religión islámica, una zona con petróleo en su subsuelo y decenas de pajarracos revoloteando en círculo para ganar ese mercado y poder hincar sus afiladas garras.
Pienso que, con lo que se ha gastado cada día en mantener a la MISCA, a los franceses de la SANGARIS, a los UPDF ugandeses, pagados por Estados Unidos e incluso a los EUFORT españoles y de otras nacionalidades…, todo sumado hace una cantidad faraónica, enorme, suficiente para erradicar la pobreza 100 veces en Centroáfrica y de paso asfaltar la única carretera que existe desde Bangui pasa por Bangassou y llega hasta la frontera con el Sudán. Esa pista, que ahora es de tierra batida y fango y ha dejado cientos de veces a nuestros camiones y conteiners durante semanas enteras dentro del barro hasta el radiador, nunca ha sido asfaltada desde hace 34 años que vivo en este país.
Recuerdo una película de Berlanga, «La Vaquilla», en donde un grupo de soldados republicanos, llegan, empujados por el argumento de la película, a un pueblo y a un prostíbulo. En dos minutos, todos intentan retozar y desahogar su sexualidad, con aquel grupo de mujeres que se les ofrecían por pocos céntimos. Estamos viendo lo mismo en Centroáfrica, también en Bangassou, con unos soldados en ayunas de mujeres durante meses y un grupo de jóvenes hambrientas, mirando de reojo las cajitas verdes de subsistencia (2 latas, 2 azúcares, café, galletas, mermelada de manzana y una barra de chocolate, por cierto, todo «made in Alicante») y arriesgan de coger el Sida, destrozar su dignidad y aguantar de ser violadas en grupo, por menos de una de esas cajitas verdes: basta una lata de lentejas con media hamburguesa. ¡¡Qué difícil, para los civiles, es vivir en una guerra!!
Muchas veces, en clima de guerra, hay desgraciadamente miles de violaciones de mujeres y niñas, muchas veces delante de sus maridos o padres, como signo de dominación, como arma de guerra. Lo hemos visto sobretodo en el Congo Democrático. Pero otras muchas, la violación es consentida a causa del hambre y va enjaezada con promesas, deudas atrasadas, discriminación y violencia de género. Incluso a miembros de ONGs muy conocidas, les he visto entrar en este enredo macabro. Hacer noticia de la violación de una mujer, con tanta violencia como hay en África, es normal para un periodista. A saber lo que pueda estar pasando con tantos cascos azules dispersos en tantas guerras en el planeta.
Lo que éste nunca podrá contaros es lo que pasó en Bambari a mitad de Julio 2014, cuando un grupo de enfurecidos Seleka hizo creer a la población de Bambari que dos anti-balaka, que habían cometido dos asesinatos unas horas antes, se habían confundido y disimulado, mezquinos ellos, con la multitud de 8000 desplazados internos que ocupaban el obispado de Bambari, San José. Que, llevados por la ira, los asaltantes tiraron varias granadas entre la gente acampada, tiritando de miedo en el césped de la casa del prelado. Que tiernos trozos de cuerpos y restos la humanidad despedazada saltaron por los aires y salpicaron a una joven mujer escondida detrás de un muro, una novicia de la casa de acogida de la misión, que una de sus amigas fue decapitada por la multitud y solo mas tarde encontraron su cabeza sobre el tronco de otra persona muerta… Basta! No puedo seguir porque lo que cuento en cierto pero es también degradante y nos mancha a todos como humanidad… ¡¡Ojalá la guerra nunca fuera la solución para los conflictos!!
En mi zona más de 200 personas han sido degolladas entre julio y agosto de 2014 por islamistas y anti-balakas enfurecidos e histéricos, sin salir en la televisión, como lo fueron unos días más tarde unos pobres periodistas y un cooperante británico vestidos con una impoluta túnica naranja que minutos más tarde sería salpicada por su propia sangre en una brutal e inhumana decapitación. En Bambari, unas horas más tarde (aunque estaban a 5 minutos de allí) llegaron al obispado los congoleños de la MISCA y pusieron orden en aquel gallinero ensangrentado. Fue aquella noche cuando, todavía algunas de las jóvenes en estado de schock, un soldado congoleño, supuestamente le enseñó a una de ellas la lata de lentejas con media hamburguesa y le propuso los matorrales como sitio más discreto para ganársela (para ella y para su familia). Sencillo como el agua: yo te doy y tu me das! Legal como el derecho mismo pero repugnante desde el punto de vista ético, utilizar las lentejas del rancho para aprovecharse de alguien en estado de schock y que además no come algo sólido desde hace días.
Curiosamente, esa noche una Suzuki de Bangassou entró en Bambari y, sin saberlo, entró en una refriega de tiros cruzados de la que pudo escaparse tan sólo con una «herida». Si no, miren la foto, la «medalla de guerra» que se llevó, gracias a Dios, sin más desgracias personales.
Juan José Aguirre, Bangassou
A través de la Fundación Bangassou (»http://www.fundacionbangassou.com») se recaudan fondos para la República Centroafricana.