Lo cuenta el Times británico diciendo que no ha podido verificar su autenticidad, pero la fotografía de varios hombres convirtiendo un león en filetes es un cruel reflejo de la realidad. El animal procede de un zoológico de la capital siria, supuestamente, y quienes preparan el festín serían rebeldes del distrito de Ghouta, asediado durante más de seis meses por el ejército regular.
Desconozco el sabor, pero a priori me resulta más comestible el rey de la selva que un perro callejero, un gato doméstico o un asno trabajado. El Islám prohíbe comer carne procedente de estos animales, pero los clérigos de la zona han dictado una “fetua” permitiéndolo. El edicto del muftí les permite seguir siendo buenos musulmanes, pero su acto envía una clara señal de debilidad.
El bando rebelde, cansado y desmoralizado
Pésimo indicio que se une a otra información significativa. El New York Times ha contactado con jóvenes sirios, procedentes de clases medias, que se unieron al levantamiento contra Bashar al-Asad con la ilusión de forjar un futuro mejor para su país. Después de casi tres años de lucha tenaz, de arriesgar su vida por la causa, la división en sus filas y la falta de apoyo exterior, les están forzando a desistir.
Yihadistas e islamistas radicales han transformado la lucha contra el tirano en campo de batalla para la expansión de sus credos particulares. Los salafistas, apoyados por Arabia Saudí, luchan contra los suníes próximos a Al Qaeda, divididos a su vez en varios grupos (Frente Islámico de Irak y Siria, ISIS, y Frente Al Nusra principalmente). Organizaciones afines a estos últimos reclamaron la autoría del doble atentado contra la embajada de Irán en Beirut, señal de que están dispuestos a internacionalizar el conflicto sirio y convertirlo en la guerra definitiva de suníes contra chiíes. En definitiva, un totum revolutum que beneficia al régimen.
El acuerdo con Irán, otro varapalo
Ese ataque no destapó nada nuevo, es decir, que Irán y las fuerzas armadas de Hezbolah, en Líbano, apoyan decididamente a al-Asad. Pero justo esos días se fraguaba algo que estaba a punto de modificar aún más el panorama. El acuerdo del grupo 5+1 con los ayatolás para frenar su programa nuclear, alcanzado poco después, supone en la práctica un indudable respaldo psicológico al régimen sirio.
Si es cierto que el objetivo final de Estados Unidos es apoyar a un Irán desnuclearizado y pacífico como nueva potencia regional, es muy posible que esta nueva estrategia suponga una menor presión para el régimen de al-Asad en la conferencia de Ginebra convocada para enero. Si es que llega a celebrarse (se iba a realizar en noviembre) es indudable que en ella influirá esta nueva situación, además de los éxitos militares del régimen y la mencionada desbandada de la oposición.
El conflicto se enquistará en Siria
Con todos estos mimbres, la perspectiva para Siria es nefasta. Entre los tres millones de refugiados instalados en campamentos en los países vecinos muchos se temen que el sufrimiento va a durar más de lo que pensaban. Algunos, los que pueden, han empezado a buscar lugares más adecuados para empezar una nueva vida.
Casi tres años de guerra han dejado el país en ruinas. Aunque el régimen caiga, los que huyeron están condenados a la miseria si deciden regresar; si resiste, los que han luchado contra al-Asad lo tienen aun peor, con riesgo de largas temporadas de cárcel e incluso la pena capital.
Los que no renunciarán serán aquellos que llevan haciendo la guerra desde hace varias décadas. Los yihadistas que empezaron en Afganistán, que se fueron a Argelia para volver después al mismo sitio y a Irak, están dispuestos a mantener Siria en una situación de conflicto permanente a base de atentados y guerrilla.
Por encima de todo, gobernando los restos del naufragio desde algún lugar de Damasco, seguirá reinando Bashar al-Asad. Estados Unidos argumentará que ya no dispone de armas químicas. Vano alivio.