Es algo que no se olvida fácilmente. El 13 de marzo de 1996 llegué a la localidad escocesa de Dunblane pocas horas después de que un hombre de 44 años, antiguo monitor de Scouts, asesinara fríamente a 16 niños de primaria y a su maestra en el gimnasio de la escuela. Todavía había nieve en Escocia y el cielo mostraba su habitual color gris oscuro, pero lo que de verdad helaba la sangre era ver a los vecinos de esa pequeña localidad, de unos 15.000 habitantes, deambular por las calles sin levantar la mirada del suelo. Fue realmente complicado conseguir testimonios de la gente sin que a entrevistado y entrevistador se les saltaran las lágrimas.
La masacre de Dunblane provocó una sensación de inseguridad brutal en la sociedad británica. Pero pasados los momentos de abatimiento, los padres de los pequeños fallecidos consiguieron sacar fuerzas de la nada e iniciar una campaña nacional que concluyó con la prohibición total a los ciudadanos de a pie de guardar en casa armas similares a los dos revólveres y las dos pistolas que el asesino Thomas Hamilton utilizó para asesinar a sus pequeños. En 1997 se entregaron todas las armas de gran calibre o escopetas y al año siguiente entró en vigor la prohibición. Desde entonces, en el Reino Unido solo se permite la exhibición de armas antiguas, de colección o de interés histórico.
El imposible control de armas en EEUU
Si en Estados Unidos se hubiera producido una reacción similar nada más ocurrir la primera masacre de este tipo hace muchos años que se habría prohibido la venta de armas, especialmente la de fusiles semiautomáticos como el que ha utilizado el asesino de Connecticut, Adam Lanza. Pero lejos de ocurrir algo así, los defensores del derecho a poseer armas de fuego se hacen cada vez más fuertes y ni siquiera las matanzas que sorprenden al mundo cada poco tiempo disminuyen su prepotencia.
Lean, si no, su respuesta a la masacre de Newton: “Quienes defienden el control de las armas tienen en sus manos la sangre de esos niños. Las leyes federales y estatales hicieron que ningún adulto, profesor o administrador, de la escuela de Newton tuviera armas para defenderse. Esta tragedia recalca la urgencia de poner fin a la prohibición de poseer armas de fuego en zonas escolares”.
Un problema político
Con la sangre de los pequeños todavía caliente es normal que a Obama se le saltaran las lágrimas al afirmar que hay que hacer algo para evitar estas tragedias, pero lo cierto es que en sus primeros años de mandato no hizo absolutamente nada. Y ello a pesar de que en la sociedad norteamericana, según algunos sondeos, existe un creciente rechazo a la posesión de esos rifles semiautomáticos capaces de matar en masa y que cualquier ciudadano “normal” puede comprar sin ningún problema
Pero cuando se acercan unas elecciones, en Estados Unidos reaparecen los poderosos lobbies de las armas repartiendo dinero. En la campaña de las presidenciales de este año se han dejado nada menos que tres millones de dólares, el mayor gasto realizado por los amantes de las armas desde el año 2000. Y en el 96 por ciento de los casos los receptores eran candidatos del partido Republicano.
En los últimos 30 años se han producido en Estados Unidos 61 masacres colectivas similares a la del colegio de Newton. Las tres cuartas partes de las armas que se utilizaron para perpetrarlas se habían adquirido de manera legal. Lo protege la Segunda Enmienda de la Constitución norteamericana y es algo que forma parte de la cultura norteamericana. Pero, a la vista de lo ocurrido en Connecticut ¿Se lo pueden permitir sus conciencias?.