Con tan solo 2 años, los médicos le diagnosticaron autismo. Sin embargo, ahora a sus 14 años estudia el doctorado de física. Este es el caso de Jacob Barnett, un joven al que le pronosticaron que nunca sería capaz de atarse los zapatos o de hablar, pero para suerte de sus padres los médicos se equivocaron.
La brillante mente de este niño estuvo a punto de perderse si no hubiera sido por el instinto de su madre. Tras ser diagnosticado, Barnett empezó a ir a un colegio especial que en lugar de ayudarle en su desarrollo provocó que el joven fuera cada vez más introvertido hasta el punto en el que dejó de hablar.
Jacob pasó sus primeros años rodeados de expertos en educación especial que no conseguían que mejorara en su aprendizaje. Su madre se dio cuenta de que no estaban consiguiendo nada por lo que decidió llevarle a un colegio normal. Se movió por su instinto maternal y decidió que su hijo necesitaba otra cosa. Desde pequeño, cuenta Kristine Barnett, «memorizaba cada calle de las ciudades donde íbamos de viaje y luego recreaba los planos en el suelo de nuestra casa con bastoncillos».
Su madre cuenta que era capaz de recitar todo el alfabeto y o de dibujar patrones de matemáticas en el suelo, por ello creyó conveniente que necesitaba otro tipo de aprendizaje. Después de que su madre tomara esta decisión, Jacob volvió a hablar y a despuntar en las matemáticas. Esto le llevó a entrar en la universidad con tan solo 11 años. Un año después ya recibía un sueldo como investigador de física cuántica y ayudaba a alumnos de la Universidad en sus trabajos como «profesor adjunto».
Su madre explica que con 8 años comenzó a obsesionarse con el universo, “esto fue lo que le llevó a apuntarse a la universidad”. Su madre relata que se sentaba en la última fila, en silencio, pero no podía evitar responder a todas las preguntas del profesor. No fallaba una.
Los expertos aseguran que Jacob Barnett tiene un coeficiente intelectual superior al de Albert Einstein y lo señalan como posible futuro ganador del premio Nobel por su teoría original sobre astrofísica, que desarrolló con 12 años, una edad en la que los intereses de un joven están siempre fuera de las aulas