Al Raqqa es un infierno en vida para sus habitantes. La ciudad, que contaba con 200.000 habitantes antes del estallido de la guerra civil siria, se convirtió en una de las primeras ciudades que derrotó a las fuerzas de Al Assad. Tras el derrocamiento del régimen en 2013, los grupos armados de la oposición tomaron el control de la ciudad hasta que a principios de este año, las calles se cubrieron de banderas negras y la ley islámica en fuente de derecho.
“La población vive bajo la ocupación en el nombre del Islam. La vida ha cambiado radicalmente en todos los sentidos: vestimenta, electricidad, agua, medicinas y petróleo. Los yihadistas lo controlan todo”, explica vía Skype a www.teinteresa.es, Abu Mohammed, quién huyó hace unas semanas de la provincia de Al Raqa, bastión de los extremistas en Siria, por temor a ser detenido.
Los yihadistas han proclamado un régimen islámico en califato que cubre ya el 35 por ciento del territorio sirio. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, cubre una superficie que se extiende de oeste a este desde el desierto de Homs (centro) hasta el área de Al Hul, en la frontera con Iraq, en el sureste de la provincia siria de Al Hasaka. De norte a sur, domina un territorio que se expande desde el pueblo de Al Rai, en el límite entre Siria y Turquía, hasta una zona próxima al acceso nororiental de la ciudad de Alepo, la mayor del norte del país.
“Los precios de los alimentos están subiendo y la gente no puede pagarlos porque no tiene trabajo”, describe Abu. La vida en Raqqa retrocedió a tiempos de la Edad Media con los yihadistas y la implementación de la sharia más radical obliga a las mujeres a cubrirse enteras. Prohíben la reproducción de música o imágenes o las fotografías de personas en público. No se venden cigarrillos y se advierte que la violación de estas normas será juzgada a través de la ley islámica.
Testigos que han visitado esta ciudad describen el horror de sus calles en las que los sirios atrapados viven atemorizados por amenazas de ejecuciones públicas y por la vigilancia de hombres enmascarados que han transformado los edificios gubernamentales en prisiones y el día a día en una tortura.
Muchos habitantes han dejado de trabajar y viven bajo el umbral de la pobreza, una situación que ha llenado los comedores sociales de sirios desesperados por llevarse un mendrugo de pan a la boca. «Abrieron un comedor social al que acuden más de 1.500 familias al día”, explica a www.teinteresa.es Abu Mohammed.
En las calles de Raqqa la población local se mezcla con los muyahidines llegados desde todos los rincones del mundo. “Han llegado de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Holanda y otros países europeos para luchar en las filas del EI y formar parte de la policía religiosa y la actividades militares”, señala Abu Mohammed. También han llegado mujeres occidentales, “pero no tantas”, señala. “Trabajan en el batallón Al Khansa, responsable de vigilar que las mujeres cumplan la sharia. Vigilan que las mujeres vistan correctamente y pueden detenerlas o sancionarlas si no lo hacen,” explica vía Skype.