La educación asiática normalmente suele ser conocida en Occidente por sus buenos resultados obtenidos en los distintos índices internacionales educativos, siendo quizá el informe PISA el más distinguido en nuestro país y cuyas conclusiones son aquellas con una mayor repercusión desde un nivel mediático. Los alumnos orientales han sido siempre célebres por su capacidad de trabajo, concentración, excelencia, etc., cualidades que he sido capaz de comprobar de primera mano gracias a mi posición como profesor en un muy buen colegio internacional. Si bien hasta ahora sólo había desarrollado la docencia en distintas universidades de España e Italia, la actitud que advierto en mis estudiantes de Pekín es claramente diferente a aquello a lo que estaba acostumbrado. Y he de confesar que hasta ahora, gana China.
Novedades que se repiten en otros aspectos ligados a su sistema pedagógico y que enseguida enfatizan una de las destacadas virtudes del pueblo chino: la laboriosidad. Mientras España está entretenida en disquisiciones filosóficas de hondo calado e importantes consecuencias prácticas (creo haber leído algo sobre el controvertido y trascendental periplo de un autobús con polémico mensaje por diferentes ciudades españolas), estos jóvenes comienzan su jornada laboral sobre las siete y media de la mañana. El periodo lectivo finaliza más allá de las nueve de la noche y para entonces han sido capaces de estudiar muy diferentes materias e incluso ejercitarse a través de variadas actividades deportivas. La disciplina, constancia, voluntad y esfuerzo individual desempeñado por mis alumnos contrasta –como decía- de una manera drástica con aquello a lo que siempre he estado habituado. Las ganas de aprender, el respeto al profesor, la exigencia hacia uno mismo, el deseo de no defraudar a las respectivas familias o los amplios recursos económicos dedicados a la docencia, conforman un conjunto de cambios a los cuales me he adaptado con celeridad. Evidentemente no considero positivos todos los aspectos, también soy capaz de al menos citar algunas carencias o puntos débiles que en mi opinión afectan a este modelo. En primer lugar debería señalar una clara preeminencia de lo colectivo frente a lo individual que en ciertos momentos deriva incluso hacia lo castrense (marchas con la bandera nacional incluidas), pasando por una intención mucho más vehemente de fomentar la obediencia a la autoridad, hasta llegar a otras características de menos trascendencia como la mayor timidez de estos estudiantes con respecto a sus homólogos occidentales.
Alta estima al docente
Por su lado, el prestigio y la alta estima que recibe el docente hunden sus raíces en la historia y cultura chinas. Y es que durante la dilatada era imperial este amplio territorio quedaba regido por una elite intelectual que había sido sometida a un riguroso proceso selectivo a través de una serie de duros exámenes. Un éxito en estas pruebas equivalía a la obtención de una posición elevada, tanto desde un punto de vista económico como social. Pese a que este milenario sistema desapareció en 1905 como consecuencia de la presión colonial de las potencias occidentales y Japón, la deferencia sentida hacia las personas con instrucción académica ha permanecido viva dentro de esta sociedad. Una pequeña anécdota sobre este fenómeno quizá sea clarividente al respecto, así me resulta posible indicar cómo los retratos de los diferentes profesores (entre los que me incluyo) presiden los pasillos y diversas zonas comunes de mi centro educativo. Además, bajo la imagen del docente se puede leer una pequeña biografía personal junto con los planes que el aludido desea desarrollar durante su estancia.
Como conclusión, nos situamos ante una organización educativa muy diferente a la ideada en España y en algunas ocasiones con unas concepciones claramente contrapuestas. Sin embargo, no dudo que ciertos elementos podrían ser adaptados y emulados en nuestro país con el ánimo de mejorar nuestros resultados en este ámbito. Un propósito que afecta a la sociedad en pleno, por lo que se hace necesario la participación de toda la ciudadanía en un proyecto común con unos determinados objetivos mínimos compartidos. Aunque siempre nos queda una famosa exhortación como alternativa: ¡Que inventen ellos!