Siete kilómetros. Son los que separan a Perla Lerner de la frontera con Gaza. Una cercanía que sufre día a día, cada momento, con los ataques constantes de misiles disparados por Hamás. Una violencia que sufre en sus carnes, pero también por sus amigos palestinos, al otro lado de la frontera.
Una violencia impuesta por Hamas que llega a límites inhumanos, cuenta, «ayer la televisión israelí mostró una entrevista a un ciudadano de la franja de Gaza cuya vivienda fue destruida por Israel».
«El ejército israelí anuncia con anticipación que va a bombardear el lugar, lanza panfletos, se les llama por teléfono para que salgan, pero el gobierno de Hamás les prohibe salir«. Pero no es lo peor, explica, «también contó que Hamás les obliga a subir a los techos de las casas, les obliga a subir con los niños, para que sean santos«.
Perla Lerner vive en el Kibutz Bror Jail, a menos de diez kilómetros de la frontera palestina, desde hace tiempo, y ha vivido años y años de enfrentamientos entre árabes e israelíes, pero la violencia de las pasadas semanas aún le provoca miedo. «Claro que da miedo, da miedo salir, pero tenemos que llevar una vida normal, que los niños estén seguros, que no sea un trauma para ellos», cuenta.
El asedio de los misiles palestinos acecha constantemente su hogar, de manera cada vez más intensa: «no podemos salir de casa, esta mañana me despertó la sirena a las cuatro y media de la mañana. Desde ayer a las siete de la tarde, los ataques han sido constantes en todo el país».
Pero, en todo el tiempo que lleva viviendo en su Kibutz, Perla tuvo tiempo de conocer un tiempo mejor, antes de que Hamás llegara al poder «esto antes no era así», cuenta, «antes, judíos y palestinos llevaban una vida normal, comían en nuestros restaurantes, trabajaban en nuestro Kibutz… llevaban una vida normal».
Palestinos que eran, y siguen siendo, amigos: «hay gente muy buena entre los palestinos, amigos desde hace 30 años, y tratamos de mantener el contacto«.
Pero es difícil, explica, «nos llaman cuando pueden, nos cuentan que no hay dinero, no hay comida, no hay trabajo, no hay estudios«. Y explica también que desde su localidad intentan ayudar, pero es aún más complicado que el contacto: «recogemos comida, dinero, pero Hamás no deja mandarlo, cuenta».
Ante la situación, lo único que queda es un deseo: la paz. «todos queremos la paz, queremos poder entrar en Gaza, que ellos puedan volver. Queremos que sus niños puedan dormir en paz«.
No es la primera vez que se denuncia el uso de escudos humanos para evitar ataques de Israel en Gaza. Anteriormente, las fuerzas armadas israelíes distribuyeron un vídeo, grabado desde un avión, de esta práctica, supuestamente obligada por Hamás:
En la grabación se ve cómo el ejército israelí lanza un disparo de aviso, para que las personas salgan del edificio, pero en vez de huir, estos suben al tejado.