“Me despidieron de mi trabajo, me separe de mi novio y tuve algún problemilla con la hipoteca”, así terminaba el 2009 para Laura. Un año horrible que culminaría con ser una de las afortunadas de El Gordo de Navidad. “Fue un mal año para mí por lo que este premio me ayudó a solventar todos los problemas que tenía”, señala.
Laura y sus amigas tenían una costumbre parta la Lotería de Navidad. Unas de ellas se encargaba de comprar los décimos que luego intercambian entre ellas y el día del sorteo se reunían en una de las casa para ver a los niños de San Ildefonso. Sin embargo ese año fue diferente. “Me quedé dormida el día del sorteo, además hacia mucho frío y llovía, por lo que me dio pereza ir a casa de mi amiga. Ni las llamé para avisarles de que no iba. Al rato me llamó una de ellas gritando y diciendo que nos había tocado. Era una broma y no las hice ni caso. A los quince minutos me volvieron a llamar, pero esta vez mi amiga gritaba más desgañitada por lo que me hizo dudar. Mi madre las llamó para saber si era mentira o verdad y ante la duda cogí el coche y me dirigí a la casa donde estaban todas”, cuenta Laura.
En ese momento Laura y sus amigas parece que jugaron al perro y al gato. Laura nos relata que acudía al sitio donde le decían sus amigas y cuando llegaba ya se habían ido, así estuvieron un par de horas hasta que se encontraron en la administración. “Una vez en la administración fuimos a un tienda a comprar una botella de champán para celebrarlo y cuando fuimos a pagar nos dimos cuenta de que entre las cuatro no teníamos ni cuatro euros. Nos acabó pagando la botella uno de los cámaras de la prensa que estaban por allí”, destaca.
Estas cuatro amigas celebraron la buena suerte con una cena. “Al día siguiente cogí a mi madre me la llevé a un centro comercial e hicimos un Pretty Woman, nos compramos varios caprichos que de normal no te puedes permitir. Luego en enero, todas las amigas nos compramos un coche, yo me compré un BMW serie 1, el resto del dinero lo ahorré y a día de hoy aún me queda”, afirma.
Estos décimos provenían todos del trabajo de una de ellas que estaba en la agencia de viajes Marsans. “Mi amiga siempre compra mucha lotería, le encanta. Ese año llevaba unos 20 décimos del trabajo por lo que repartió muchos millones. Desde entonces ella sigue siendo la que reparte los décimos, coge los de su trabajo y unos días antes del sorteo nos reunimos para repartirlos. Para este año llevo unos tres o cuatro décimos, da la casualidad de que el año que nos tocó fue la vez que menos décimos llevaba. Tenía uno y medio y el medio fue el que nos tocó”, destaca.
La suerte fue traicionera con Laura hasta el último día. Solo quedaba un día para el sorteo y quedaron para repartirse los décimos, ese año Laura no se había enterado bien y no había cogido el décimo de su amiga. En el momento del reparto una de ellas le dijo de compartirlo y gracias a ella le tocaron 150.000 euros, la mitad de El Gordo de ese año que fueron 300.000 euros. Gracias a esta buena amiga Laura pudo unirse a la celebración con su grupo de amigas.