A veces, en el Metro, pasan cosas muy serias. Por ejemplo: una conversación entre una adolescente y su abuelo. La nieta habla sin parar. Y el abuelo escucha. No hay charletas ni discursos redondos. Pero de vez en cuando el abuelo deja caer alguna sugerencia, alguna pista que ayude a su nieta a orientarse y comprender mejor que está pasando dentro de esa tuneladora llamada corazón.
¿Entendería el abuelo todas y cada una de las palabras de su nieta? ¿Sabría, por ejemplo, qué es el Tuenti o qué son los WhatsApp? Pues quizá no. Pero ¿importa demasiado? El amor esencial siempre retiene las palabras esenciales; las otras –las de la jerga propia de cada generación– dicen pero no dicen tanto.
Hay palabras que no pasan de moda. En esto, es posible que jóvenes y viejos nos parezcamos bastante. En su libro All There Is, Dave Isay reúne una colección de historias de amor. Uno de los protagonistas recoge seis frases cariñosas que ha aprendido a decir a través de muchos años de matrimonio: “Estás muy guapa”. “¿Necesitas ayuda?”. “Esta noche te invito a cenar fuera”. “Estaba equivocado”. “Perdóname”. “Te quiero”.