“Empecé a sufrir acoso a los 8 años. Yo cursaba tercero de primaria. Era una niña extremadamente tímida y cerrada por lo que supongo que ya tenía una predisposición a que me acosaran. Ir a la escuela para mí era horrible, aparte de que sacaba malas notas, me sentía extremadamente sola, apartada y marginada. Veía a todos los niños sonriendo, divertirse en el recreo, yo estaba la mayoría de veces sola. Empecé a experimentar ansiedad y empecé a comer. Llegaba del colegio y comía a todas horas, gracias a eso llenaba mi vacío, llenaba mi miedo, apartaba mi dolor, y por algunos momentos me sentía mejor. ¿Qué pasó? Engordaba y cuanto más subía de peso, más recibía insultos de «gorda», «fea», «rara» como también de «inútil», «no sirves», «eres tonta», «poco harás» etc.”
Así comienza Carla Herrero a contar su historia. Durante ocho años fue víctima del acoso de sus compañeros de colegio. Lo que comenzó con motes e insultos, fue derivando en una espiral que acabó con su autoestima. “Siempre me han etiquetado, siempre me han juzgado, no me sentía querida en la escuela y huía. Huía de mí, huía de los que querían ayudarme y huía de aquellos que trataban de entender el por qué de mi carácter tan callado, por así decirlo”
Se convirtió en una persona aún más introvertida, se aisló de todos y de sí misma. A los once años decidio integrarse en un grupo, pero tropezó con una líder que manejaba a los demás, y los insultos y vejaciones continuaron. «Me levantaba cada mañana, me miraba al espejo y literalmente no me soportaba. Me sentía mal con mi cuerpo, con mi cara, con mi cabello, con mi piel, con mi voz. Me sentía un obstáculo y un problema, sentía que nada tenía sentido, que nada me llenaba ni me hacía feliz. La chica que nunca tiene problemas, la chica que puede soportar que la insulten cada día, la chica que permitía que le quitaran la silla y se cayera de espaldas… Aquella chica que gritaba en silencio y nunca era escuchada»
Porque, como tantas víctimas, nunca se lo contó a nadie. Carla se callaba su sufrimiento, algo de lo que ahora se arrepiente. «Me arrepiento cada día por no haber dicho las cosas en su momento. El acoso me ha traído muchos problemas, algunos de ellos graves, que han puesto en riesgo mi salud. Mis padres han sufrido siempre por mí. Me apena mucho no haber sido capaz de decirlo en su momento, me apena haberlo callado. El acoso me había silenciado y cuando quería confesar algo, lo hacía a cuentagotas. Pero me rendí. Me dije a mí misma: `puedes con esto, es una situación absurda, ¿para qué preocuparlos?». Hoy, anima a todos los que sufren acoso a contarselo a sus padres.
El maltrato marcó su periodo escolar, en especial la educación primaria. Fue al cambiar de centro para iniciar el Bachillerato cuando se dio cuenta de sus heridas y empezó a hablar. «Yo creía que no podría hacer nada en la vida, que jamás podría acabar el bachillerato, ni siquiera empezarlo, creía que jamás llegaría a la universidad. Creía que era totalmente inúltil, porque así me lo habían hecho creer. Al comenzar el bachillerato de ciencias, gracias al ánimo de mis padres, fui creciendo como persona y levanté cabeza». Sus profesores también la ayudaron. «Me superé a mi misma, me di cuenta de que podía ser una estudiante excelente, que podía llegar a la universidad, y por primera vez me sentí feliz por estudiar. Guardo un profundo amor a este instituto y a sus profesores, porquegracias a muchos de ellos sigo teniendo fe en la educación como también siento un gran respeto por la profesión de docente»
Gracias a este sufrimiento, ayuda a los demás
Carla volcó su historia y sufrimiento en un trabajo de investigación de Bachillerato, con el que ganó el premio Consell Social en temáticas de juventud de la Universidad de Girona. Acompañó su trabajo con un vídeo al que puso por título «El dolor silencioso», realizado a partir de fragmentos de grabaciones encontradas en la Red, con testimonios de otros chicos que también habían sido víctimas de acoso.
Carla considera que su sufrimiento no fue en balde, y que eso le ha permitido entender mejor a los demás. A partir de su trabajo, empezó a adentrarse en el problema del acoso para poder ayudar a otros que también lo padecían. Una dedicación que sigue hoy en día, a través del proyecto Rompe el Silencio (www.silenciosamente.com), premiado por la Fundación Telefónica. Un proyecto con el que ya llega a países como Perú, Ecuador, Argentina o México, donde asesora a menores que son o han sido víctimas del acoso. Con él, imparte charlas y talleres en institutos, da clases de educación emocional y conciencia a los jóvenes de la importancia de descubrir sus sentimientos. «Gracias a ellas he detectado casos de acoso como también he inspirado a otros jóvenes a que no se rindan con sus sueños»
Ella se siente recuperada, «ya no sufro ansiedad ni pensamientos depresivos. Realmente puedo decir que me encontraba en una situación muy , muy grave. Sólo quiero decir que el silencio no trae nada bueno, que las heridas sólo se sanan si hablamos y nos dejamos ayudar. Ahora, con la distancia del tiempo lo veo de otro modo, tuve la libertad de tomar otro camino y cortar las cadenas». Reconoce eso sí, que le han quedado algunas secuelas y miedos que no le impiden seguir adelante.
Ella asegura que no guarda rencor por los que no se dieron cuenta de lo que estaba sufriendo. Sus acosadores tampoco fueron sancionados. Dice que sólo quiere luchar porque las víctimas salgan del silencio. Pero alerta de que el acoso trae problemas asociados. Suicidios, depresiones, trastornos alimentarios… «¿Es hora de hacer algo, no crees?», pregunta.