El primer emigrante de Avión en llegar a México fue Domingos Montes Vilas, que montó la mueblería ‘La Unión’ y regresó a Galicia en torno a 1890, llevándose consigo al primer colectivo de emigrantes del municipio. Así se formaba la primera cadena migratoria entre el pueblo orensano y el país azteca, que se rompería a principios del siglo XX a causa de la revolución mexicana. En los años cuarenta y cincuenta Galicia vivirá de nuevo un éxodo masivo y una segunda hornada de emigrantes de Avión se encontrará con México.
No es que todos fueran expresamente a México, algunos marcharon hacia Colombia o Venezuela y muchos se quedaron en las grandes ciudades españolas o en países europeos como Alemania y Suiza. “Recuerdo el caso de un emigrante pionero en Guadalajara que había entrado en México después de trabajar en una compañía petrolífera en Maracaibo-Venezuela; en su testimonio comentaba que no soportaba el calor y la humedad de la selva y buscó en México un lugar más templado”, afirma el profesor de Geografía Humana de la Universidad de Santiago, Carlos Ferras Sexto.
Por cuestiones de clima, de comodidad o de casualidad, una nueva hornada de orensanos se fue asentando en México y como una vez establecidos reclamaban a sus familiares y vecinos, se fue formando una pequeña colonia en torno a ellos. La mayoría escogía México DF aunque también hubo una colonia significativa en Guadalajara, en el estado de Jalisco, y una considerable expansión por las ciudades del oeste. “Por lo general eran comunidades poco formadas, que procedían de un medio rural profundo. Comienzan vendiendo ropa, zapatos, sábanas… de ahí van surgiendo iniciativas más complejas con el paso de los años y el relevo generacional”, explica el profesor Ferras.
Los moteles del amor
Muchos de aquellos primeros emigrantes afincados en México empezaron a trabajar como ‘aboneros’, vendedores a domicilio que comerciaban con ropa y zapatos mediante un sistema de cobro a plazos. A medida que iban ganando dinero – con mucho esfuerzo y abnegación – se metían en nuevos negocios a porcentaje y a su vez ponían a otros ‘aboneros’ a trabajar para ellos. Poco a poco iban amasando un capital que las nuevas generaciones, con mejor preparación, extendían y ampliaban.
Emprendían sobre todo en hostelería y en el comercio de muebles aunque con el tiempo fueron diversificando y hoy, por ejemplo, tienen grandes inversiones en gasolineras. En el estado de Jalisco era habitual que los gallegos pusieran moteles, los llamados ‘hoteles del amor’, lugares discretos para encuentros furtivos. “En una ocasión pregunté por qué montaban moteles en vez de moteles y me respondieron que en un motel podían alquilar cada habitación hasta siete veces en un día”, relata Carlos Ferras.
Se trataba de encontrar una buena oportunidad de negocio sin que importase mucho todo lo que lo rodeaba desde un punto de vista ético o estético. En DF, en los barrios más humildes, hicieron mucho dinero con los baños públicos, que era donde la gente que no tenía baño en su casa acudía a lavarse. “Ganaron dinero con las clases más humildes, por eso su enriquecimiento fue lento”, explica María Hervera. En cierto modo, su origen humilde y su ignorancia les ayudaban a prosperar, porque no tenían trabas morales y se enfrascaban en los negocios con temeridad. “En una de las comunidades de DF había un profesor que era el único que sabía leer y escribir. Cuando surgía una oportunidad de negocio todos se metían sin dudarlo, pero el profesor valoraba los pros y los contras, hacía números y al final declinaba la oferta. Con el paso de los años todos tenían un buen capital menos aquel profesor. La ignorancia les hacía ser temerarios y en el riesgo encontraron su fortuna”.
El secreto del éxito
Lo más peculiar de la colonia de avioneses en México fue su alto porcentaje de éxito, que quizás debe explicarse desde un fuerte sentido de comunidad. “Ellos se relacionaban y se apoyaban mucho, se dejaban dinero y hacían negocios juntos, hasta el punto de que se casaban también entre ellos y hacían su vida dentro de la comunidad”, explica María Hervera, quien cree que aquellos emigrantes de los cincuenta tenían como referente a la comunidad judía: “Al lado de Avión, pasado el monte Suido, está el pueblo de La Graña, que era un asentamiento judío. Este pueblo era muy emprendedor, marchaban a Portugal a hacer negocios, se apoyaban los unos a los otros… Yo creo que en Avión se fijaron mucho en ellos y los tomaron de ejemplo”, afirma.
Para el profesor Ferras, los emigrantes de Avión y también los de Beariz, pusieron en valor su capacidad de trabajo, ahorro, esfuerzo y emprendimiento, favorecidos también por un entorno que les ofrecía grandes ciudades en pleno apogeo y desarrollo. “Fueron capaces de cooperar y apoyarse entre ellos, se organizaron en empresas familiares y también formaron empresas conjuntas, con varios socios afines por vecindad. Aún hoy continúan haciendo negocios y planificando su trabajo en sus clubs y reuniones. Este modo de operar ha derivado en que sean muy endogámicos. Se casan entre ellos para mantener los lazos familiares y no perjudicar los empresariales”, concluye.