En noviembre de 1975 llegó la, para muchos esperada, muerte de Franco, y con ella la ampliación de todo lo decible, escuchable y visionable en España. No fue hasta ese mismo mes de 1977 cuando se publicó un decreto ley que certificaba la desaparición formal de la censura en el cine, y que removió los cimientos de la industria cinematográfica aumentando considerablemente la libertad de producción.
Las salas se pusieron al día con el estreno de películas históricamente prohibidas como El acorazado Potemkin, La edad de oro o Canciones para después de una guerra y los cineastas descubrieron que tenían entre manos una potente arma de intervención política.
Los amantes del cine que fueron a nacer en la dictadura franquista tuvieron que hacer frente durante décadas a situaciones surrealistas frente a la pantalla. Bajo el mandato de que el Estado estaba obligado a proteger la cinematografía nacional y a difundir los valores patrioteros, llegó Mogambo en 1953. Dirigida por John Ford, la acción se desarrolla en la selva de Kenia, donde Linda Nordley, interpretada por Grace Kelly, y Donald, encarnado por Donald Sinden, viven un matrimonio que peligra por una tercera persona.
El absurdo razonamiento del censor convirtió en hermanos a la pareja cuando llegó el momento del doblaje, evitando el caso de adulterio que se sucede en la cinta, tipificado entonces como delito. Fue así como esquivando el adulterio la represión llevó al cine el peliagudo asunto del incesto.
La mecánica de la censura, era simple: consistía en prohibir íntegramente cortar escenas o planos, modificar los diálogos o impedir que la película fuera declarada de «Interés Nacional». De esta manera se lograba frenar la llegada de subvenciones estatales. Sin embargo, las garras censoras no acababan en las productoras.
En 1921 se ordenó a los empresarios de los cines de Madrid que las salas de proyección estuvieran divididas en tres espacios separados: uno para las señoras solas, otro para los caballeros solitarios y un tercer espacio para las parejas, éste último iluminado con una luz roja que interrumpiera el amparo de una oscuridad cómplice.
Libertad de expresión para el cine
En 2017 se cumplen 40 años de la aplicación de un decreto que trajo algo parecido a la libertad de expresión en el cine y la visibilización de ideologías, posturas y condiciones que habían sido silenciadas y proscritas.
Poco después llegaría el juicio militar a Els Joglars por la representación de La Torna o el atentado a la redacción de El Papus, y con estos la confirmación de que la llegada de la tan cantada y añorada libertad, no era más que un ligero ensanchamiento del margen de maniobra.