La increíble historia de Carles Puigdemont ha escrito, borrado y reescrito otro capítulo más. Cuando parecía que se había rendido, tras el aplazamiento »unilateral» de Roger Torrent del pleno de investidura y el movimiento de Esquerra Republicana desmarcándose de la estrategia del expresident, Carles ha reiterado que él sigue adelante, que solo fue un bajón, pero que no va a parar. De esta manera también confirma la veracidad de los mensajes que envió a Toni Comín y que pudo captar una cámara de televisión. Mensajes en los que reconocía que ya no hay más salidas y que «Moncloa había ganado».y que por lo tanto se convierte en la primera vez que admite que el pulso al Estado no tiene, al menos ahora, un mayor recorrido. Carles sigue, y su leyenda se hace más grande.
La increíble historia de Carles Puigdemont
Llegando al Palau de la Generalitat por sorpresa, siendo para España el desconocido alcalde de Girona, un hombre a la que la política le »pilló» de paso en la vida pero que en pocos meses se ha convertido en el político internacional mediáticamente más relevante junto a Donald Trump. Carles vuelve a amagar con dejar finalmente la primera línea política, recordando también que es curioso que aun esté ahí siendo que vive en Bruselas desde hace más de 3 meses.
Carles es periodista de profesión, independentista de corazón y líder indiscutible del movimiento por la República de Catalunya desde septiembre de 2017.
Curiosamente su mayor parte de mandato ha pasado desapercibido, a pesar de que en 18 meses Junts Pel Sí y la CUP deberían haber tenido consolidada y declarada la República. Desde enero de 2016 hasta abril de 2017 la única y gran polémica que protagonizó fue su no asistencia a la Conferencia de Presidentes Autonómicos. Sin embargo, todavía en aquellos tiempos, se telefoneaba y reunía con Rajoy, sus números dos –Junqueras y Sáenz de Santamaría– mantenían una estrecha relación de cooperación; e incluso el Gobierno Central, que rechazó y seguirá rechazando un referéndum de indeterminación y un Pacto Fiscal, intento satisfacer a los independentistas invirtiendo en infraestructuras en lo que en Moncloa se llamó Operación Cataluña. Rajoy intentó seducir al Govern a través de las empresas y de los ciudadanos catalanes, ofreciendo la construcción inmediata del esperado y prometido, casi legendario, Corredor del Mediterráneo.
Carles se enfrentó al Gobierno Central y a las primeras insurrecciones y deserciones en su partido. Después a un operativo policial, a la Operación Anubis que registró de arriba abajo todas las instituciones catalanas con el resultado de 14 personas detenidas y un sistema informático de recuento intervenido. Burló a la inteligencia española comprando urnas de plástico, para el referéndum, en lugar de metacrilato, ya que todas las empresas dedicadas a este último material estaban siendo vigiladas. Burló a los inspectores de hacienda que controlaban que no se invirtiera dinero en la consulta independentista, y mucho menos los 6 millones de aquella partida presupuestaria que aprobó el Govern y el Parlament para ello.
Tras el referéndum parecía que todo había terminado, Carles llegó hasta a proclamar la República de Catalunya y darse un baño de masas en Girona. En ese momento entraron en acción directa los tribunales contra los miembros del Govern, y en Cataluña imperó el artículo 155 de la Constitución y la convocatoria de elecciones, comicios que fueron aceptados por todos los partidos políticos en apenas una semana. Sin embargo Carles tenía una baza más: su »exilio».
Sin contar con su partido político, el PDeCat, ni tampoco con gran parte de su Govern. Sin contar con nadie nada más que él mismo, Carles consiguió presentarse desde Bruselas a unas elecciones autonómicas en Cataluña, organizadas y decretadas por Mariano Rajoy. Ganó, no las elecciones, pero sí unos comicios en los que Esquerra Republicana de Catalunya parecía tener todas las papeletas para quedar por delante. Él superó con creces a Junqueras, y los independentistas consiguieron, otra vez, mayoría absoluta.
Unas elecciones por cierto en las que Carles consiguió poner de su parte a todo su partido, dejando a los díscolos fuera, como el exconseller Santi Vila, y ganándole el pulso al presidente del partido, Artur Mas. Además, Carles pudo configurar la lista a su antojo: en ese momento él era todo el partido.
Sin duda, su episodio más recordado será aquel día en que terminó proclamando la República pero que horas antes estuvo a punto de convocar elecciones. Cuando Puigdemont estuvo a punto de desistir, como ahora, pero sin llegar a hacerlo.
Sus últimos mensajes públicos, »robados» al exconseller Toni Comín: «Moncloa ha triunfado […] los nuestros nos han abandonado» serán su epitafio. Una crónica anunciada, pero que quizá se ha hecho tantas y tantas veces desde el pasado otoño, sin llegar a cumplirse dichas premoniciones, que Carles ya parecía invencible, dejando siempre desconcertados a sus »enemigos». Ahora firma un amago más a esa larga lista. «La ficción ha superado a la realidad» publican siempre en estas ocasiones periodistas de renombre, pero la realidad es que un hombre, solo un hombre –sin cargos institucionales, fuera del país, y sin apoyos aquí o en el extranjero- está -o estaba- retando a un Estado entero.
La última batalla de Carles hasta ahora la han librado otra vez por él. Ayer mismo, martes 30 de enero por la tarde, miles de sus seguidores se enfrentaron a los Mossos cuando el pleno de investidura ya lo habían aplazado Esquerra y Roger Torrent, y el Tribunal Constitucional emitía su segunda negativa consecutiva a Carles. Es decir, cuando unos se manifestaban, él ya estaba desistiendo. Lo curioso es que por primera vez la marcha independentista llevaba caretas con su cara, justo el mismo día en que Carles se quitó la suya y reconoció su derrota. Él díce que va a seguir, que no va a parar, pero el hecho es que ha reconocido por primera vez que ya no hay más salida.
Carles será eterno a pesar de que más pronto que tarde este enfrentamiento llegue a su fin. Y cuando pase, salvo que una euroorden de detención diga lo contrario, será más que posible que Bélgica se convierta en su hogar definitivo. Su futuro, y aunque él decía hace meses que no quería seguir en política, pasará previsiblemente por convertirse en europarlamentario en las próximas elecciones al Parlamento Europeo de 2019.
Carles será derrotado, pero solo en España. Él seguirá »moviéndose» por Europa, contando su versión de toda esta historia y las posibilidades del proyecto de la República de Catalunya. Su tiempo en la Generalitat ya ha acabado, pero su intento de internacionalización del movimiento independentista, para el que ya gastó mucho dinero de la Generalitat en el pasado, aun acaba de empezar.