Cada inmersión a partir de 30 metros de profundidad dentro de un barco supone un riesgo para la vida del buzo. “Está dentro de un ambiente hostil, por la poca visibilidad, por el peligro de derrumbe, de desprendimiento de objetos, y también la sensación de angustia”, explica Andreas Aoli, instructor de buzo profesional.
En la operación de rescate de los marineros desaparecidos en el naufragio del ‘Santa Ana’, “lo más terrorífico”, en opinión de Aoli, es ver de repente los cuerpos de los tripulantes, en una parte oscura y en un momento de desconcierto. “Esto puede causar una narcosis prematura y poner en peligro al buzo”.
La »borrachera del buzo» puede dejar anestesiado
El efecto narcótico, conocido popularmente como la borrachera del buzo, ocurre cuando el submarinista no ha controlado bien la descomprensión y se produce una acumulación en el organismo de nitrógeno. “Los síntomas son torpeza, una percepción equivocada del espacio y el sonido y puede haber riesgo de lo que llamamos ‘dark-out’, esto es miedo, ansiedad y un estado que puede paralizar y dejar al buzo como anestesiado. Quedarse completamente dormido bajo el agua”, explica Aoli.
De hecho, durante el rescate del Santa Ana hubo un problema de descomprensión cuando uno de los buzos se cortó en la mano. El sobresalto de la herida llevó a los buzos a ascender demasiado rápido y tuvieron que pasar directamente a la cámara hiperbárica. «En todo caso – añade Xan Gasalla, buzo profesional desde hace veinte años y con más de diez años de experiencia en salvamento marítimo – la profundidad a la que está el barco no es un problema en sí misma, aunque obliga a respetar unos tiempos de buceo y descomprensión que dificulta la operatividad del rescate», explica.
Manuel Crespo, director del centro de buceo profesional de Benalmádena, habla del esfuerzo físico de cada inmersión, que dura como máximo una hora. “El gasto energético es equivalente a correr diez kilómetros. Es un trabajo agotador y un buzo no puede estar trabajando más de cinco horas al día”.
Para intervenir en una operación de rescate como la del ‘Santa Ana’ son necesarias como mínimo 30 inmersiones de entrenamiento. Hay que tener un buen fondo físico, pero sobre todo, preparación psicológica. “El control del tiempo y saber que estamos en un ambiente hostil”, resume Andras Aoli.
Para Xan Gasalla, existen cuatro escenarios que pueden suponer un riesgo para el buzo. El primero es el trabajo dentro de un barco, como ocurre en el caso del Santa Ana. «El Santa Ana está apoyado en equilibrio, pero se mueve con el mar. Mientras el barco no esté estabilizado – y sólo se puede estabilizar en el fondo o en la superficie – cualquier movimiento sería muy arriesgado para el buzo que estuviera dentro ya que podría verse arrastrado al fondo o resultar herido con cualquier objeto«, explica. Cuando el barco está en posición vertical – añade – «acumula aire en ciertas zonas y esto le da cierta flotabilidad pero también lo hace muy inestable».
El segundo escenario de riego es la profundidad, que complica la operatividad del rescate por las necesarias paradas de descomprensión y puede suponer un problema en caso de situaciones de shock o accidente.
El tercer escenario de riesgo es el mal tiempo, que se acentúa bajo el agua. «Debajo del agua el mal tiempo es mucho peor. No hay donde agarrarse, no hay donde hacer fuerza, estás nadando todo el rato y el movimiento es muy fatigoso. Además, en los rescates uno suele llevar mucha equipación, como mangueras o herramientas, algunas conectadas con la superficie, de modo que cada paso implica mover muchos kilos. Si la corriente está en tu contra, el movimiento es muy difícil y más aún la coordinación necesaria para realizar un trabajo«, asegura.
Por último, el cuarto riesgo de un trabajo de salvamento es el manejo de herramientas. «Si hay que hacer un agujero debemos emplear radiales, sopletes, lanzas térmicas. Esta es maquinaria que ya hay que emplear con muchas precauciones en tierra. Si las usas en un escenario con corrientes, poco espacio, aguas turbias y a 25 metros de profundidad, los riesgos se duplican o se triplican», explica Gasalla.
Con todo, el principal riesgo es, según el buzo, el trabajo precipitado. «Cuanto más atolondrado sea el rescate, peor. Además, hay una máxima más. Si están muertos, no vamos a sumar más cadáveres. Esto es delicado decirlo, hay familias, hay pueblos enteros detrás, esperando por los cuerpos, pero hay que velar también por la vida del buzo», asegura. Y añade: «Cuando se paran las operaciones no quiere decir que se pare el trabajo. La gente no se va para casa, sigue de guardia y hay muchas cosas que estudiar en una operación de este tipo», concluye.