El diestro peruano Andrés Roca Rey paseó la única oreja, y de poco peso específico, en la corrida que abrió hoy taurinamente la Aste Nagusia de San Sebastián, en la que se lidió un desigual y descastado encierro de Zalduendo.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Zalduendo (el quinto como sobrero, en sustitución del segundo, devuelto por flojo), de muy desigual y fea presentación, en cuanto a volúmenes, caras y tipos, y de juego descastado en su totalidad.
Morante de la Puebla, de verde esmeralda y oro: pinchazo, estocada corta atravesada y descabello (silencio); tres pinchazos y bajonazo (pitos).
Roca Rey, de grana y oro: pinchazo y media estocada caída (oreja); estocada trasera desprendida y tres descabellos (silencio tras aviso).
Ginés Marín, de frambuesa y oro: tres pinchazos y estocada (ovación)); estocada corta y descabello (ovación tras leve petición).
Entre las cuadrillas, Juan José Domínguez y Paco Algaba saludaron tras banderillear al segundo.
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Iván Fandiño.
Primera corrida de la Aste Nagusia, con algo más de media entrada (unas 6.000 personas) en los tendidos.
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POCAS Y BREVES EMOCIONES
La desigualmente fea corrida de Zalduendo, paradójicamente propiedad del apoderado de dos de los toreros del cartel y socio de los empresarios, no dio para más, de tan vacía de casta y de emoción, que para media docena de momentos de interés.
Tal es así que Morante de la Puebla no logró de su lote ni un solo lance o muletazo mínimamente estimable, pues decidió no perder más tiempo del necesario para quitarse de enmedio a dos ejemplares desrazados y a la defensiva, sin importarle la fuerte pitada que le dedicó un público que esperaba mucho más.
Así que a los dos jóvenes espadas que completaban la terna les correspondió jugar la baza del esfuerzo y el voluntarismo para intentar agradar algo más al tendido, por mucho que tampoco sus lotes les ofrecieran demasiadas opciones.
En agradecimiento a ese empeño, sin gran lucimiento, se llevó Roca Rey una oreja de su primero, un trofeo de poco peso para una faena en la que, entre mucho toreo especulativo, destacó únicamente una buena y apurada serie de naturales del peruano, que mató, además de una estocada defectuosa.
Tuvo poca clase este segundo toro, con casi seis años de edad y 565 kilos de peso, pero sí la suficiente movilidad como para permitir un trasteo largo de Roca y, antes, un duelo de quites en el que, ambos por saltilleras, destacó por su mayor ajuste la intervención de Ginés Marín.
En cambio, el trabajo más meritorio de Roca fue con el quinto, un feísimo y veleto sobrero al que, a base de firmeza, consiguió superar su actitud reservona y amenazante.
Además del quite citado, el extremeño Marín brilló en distintas fases de dos faenas que no llegó a redondear, y en especial en otra serie de muletazos con la mano izquierda en la que llevó prendido en los vuelos a un toro pronto pero que nunca remató sus embestidas de poco celo.
Al sexto, que no dejó de protestar en sus cortas arrancadas, Marín le abrió trasteo con unos torerísimos doblones rodilla en tierra que tuvieron sabor añejo y fueron el punto más alto de una faena ligera y a menos marcada, únicamente, por su voluntad.