Se estima que entre el 40% y el 50% de los niños con síndrome de Down, tiene algún tipo de cardiopatía congénita. Los resultados vienen de estudios de la Fundación Española del Corazón (FEC), en el que se detralla que el 0,8% de los niños que nacen vivos, se encuentran en reisgo de sufrir estos procesos de alteraciones del corazón.
El tipo de anomalía cardiaca más frecuente en los niños con síndrome de Down son los defectos atrio-ventriculares. Éstos pueden diagnosticarse prenatalmente a través de la ecocardiografía fetal, o tras nacer, con la práctica de una ecocardiografía, la cual debería realizarse en cualquier niño con síndrome de Down en los primeros días de vida, indica la FEC.
La presencia de síntomas como cansancio en las tomas, respiración dificultosa, llanto débil, estancamiento del peso o dificultad para ganarlo, coloración azulada de la piel y las mucosas, son un signo de alarma que obliga a estudiar el caso.
Según la doctora María Teresa Subirana, presidenta de la Sección de Cardiopatías Congénitas de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), los niños que tienen cardiopatías congénitas «deben estar especialmente controlados durante los primeros meses de vida, pues esta dolencia presenta un riesgo de mortalidad superior durante este periodo”.
La FEC hizo hincapié en que las anomalías cardiacas más frecuentes en los niños con síndrome de Down son los defectos atrio-ventriculares, con un espectro que va desde la comunicación interauricular tipo «ostium primum» (defecto en el tercio inferior del tabique interauricular), hasta el canal aurículo-ventricular completo (defecto septal interauricular e interventricular o gran defecto en el centro del corazón), con menor o mayor afectación del piso valvular aurículo-ventricular.
Este tipo de anomalía condiciona la existencia de un cortocircuito entre la circulación sistémica y la pulmonar, con aumento del flujo de sangre a través del circuito pulmonar.
“Cabe destacar que actualmente un 85% de niños que nacen con una cardiopatía congénita de tipo anomalía estructural llega a la edad adulta, aunque, lógicamente, las posibilidades de supervivencia dependen de la complejidad de la anomalía”, añadió la doctora Subirana.