Las autoridades estadounidenses, que hacen frente a una crisis humanitaria sin precedentes por la llegada de miles de niños indocumentados desde Centroamérica, continúan hoy reubicándolos en albergues en espera de decidir sobre su destino.
La base militar de Fort Sill (Oklahoma), que espera a un grupo de 135 niños que fueron detenidos cuando entraban de manera ilegal en el país, es una de las instalaciones habilitadas para acoger estos menores que acceden por la frontera sur a un ritmo estimado de 400 cada día.
Los centros de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) han rebasado su capacidad y están buscando lugares que cubran las necesidades de los menores que, según imágenes filtradas, en algunos casos están recluidos en celdas repletas, recostados en el suelo, sin camas y sin los requisitos mínimos de espacio e higiene.
Miles de niños bajo custodia de la Patrulla Fronteriza partieron rumbo a un albergue en California desde Nogales (Arizona), donde se encontraban recluidos en un almacén, mientras varios refugios en Miami han ampliado su capacidad y se preparan para la acogida.
En los últimos siete meses 47.000 niños han cruzado solos la frontera -principalmente por el valle del Río Grande-, la mayoría procedentes de Guatemala, El Salvador y Honduras.
El Gobierno estadounidense se centró en insistir en el peligro que expone para los niños la inmigración ilegal y subrayó que los menores no podrán acogerse a la reforma migratoria que debate el Congreso de EE.UU. ni a la moratoria a las deportaciones de jóvenes indocumentados que llegaron antes de 2007.
«Mi mensaje a los padres que tengan niños en Centroamérica con los que quieran reunirse es que la inmigración ilegal no es segura» dijo el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, en un intento coordinado de comunicación para detener este flujo de inmigración.
«Un centro de proceso (adonde son llevados cuando son interceptados) no es lugar para un niño. Poner a un niño en manos de organizaciones criminales de tráfico humano no es seguro», enfatizó Johnson, que prevé viajar en julio a Guatemala.
«Tuve que huir a EEUU por miedo»
“Nací en Honduras, en San Pedro Sula, la capital mundial de la violencia. De niño, crecí en la extrema pobreza. Fui testigo de la muerte de mi hermano en los brazos de mi madre porque no teníamos dinero para llevarlo a un hospital.», declara con angustia y después de trece años, José Luis Zelaya, un joven inmigrante que tuvo que huir de su país por miedo. «Teníamos un padre violento, un hombre alcohólico que golpeaba a mi madre en público, que me golpeaba a mí y me impidió acceder a la educación, que, literalmente, me separó de mi madre. Mi madre huyó de él con mi hermana menor, pero él me retuvo. Me obligó a quedarme para que pudiera proveerle alcohol. Mi madre emigró a Estados Unidos y yo me quedé en Honduras durante unos dos años sin ella. Finalmente, mi padre me echó de casa y me quedé sin hogar”. Zelaya siguió recordando su historia en el programa de noticias de Democracy Now!: “Me convertí en un niño de la calle. Hurgaba en los tachos de basura para encontrar algo que comer. Lustraba los zapatos de la gente en los parques. Vendía caramelos en los semáforos. Limpiaba parabrisas para mantenerme. Pero la realidad es que Honduras es un país muy peligroso. Una vez, estaba jugando al fútbol y hubo un tiroteo callejero y terminé recibiendo dos tiros, uno en cada brazo, y fue ahí que tomé la decisión de que tenía que huir”.
José tenía un pedazo de papel con el número de teléfono de su madre, que comenzaba con “713”, el código de área de Houston. Sólo con ese dato y con apenas trece años de edad, se embarcó en un viaje infernal hacia el norte para reunirse con su madre. Se estima que unas 500.000 personas viajan en trenes de carga desde América Central, y a través de México, con la esperanza de llegar a la frontera con Estados Unidos.
Si logran atravesar todo eso, los niños tienen aún que enfrentarse a una frontera estadounidense cada vez más militarizada y a los llamados “coyotes”, delincuentes o contrabandistas que ofrecen atravesar la frontera a cambio de pagos exorbitantes. José fue atrapado y retenido en un centro de detención de Harlingen, Texas, durante dos meses. Las condiciones en las que lo mantenían resultan impactantes: “Solamente se nos permitía ver la luz del día durante una hora a la semana y solamente se nos permitía beber agua tres veces al día».
Incremento de la violencia
Esta crisis, atribuida al incremento de la violencia en Centroamérica y la falsa percepción de que los menores puedan beneficiarse de alguno de los beneficios migratorios, pone un interrogante sobre cual será su futuro.
La ley prohíbe al Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. deportar a los niños inmigrantes justo después de su llegada al país en caso de que su nación de origen no comparta una frontera con EE.UU., algo que sí afectaría a los menores procedentes de México.
Según explicó Philip E. Wolgin, analista de políticas de inmigración del Center for American Progress, todo migrante que viene a los EE.UU. sin autorización recibe un «aviso de comparecencia» que le pone en un proceso de deportación.
El experto señaló que algunos de estos niños pueden cumplir los requisitos para recibir una visa de inmigrante especial o de asilo, si se demuestra que son víctimas de violencia, abuso o tráfico humano, pero según la organización Niños en Necesidad de Defensa (KIND), el 60 % acabará en una orden de deportación.
La Administración ha indicado que estudiará «caso por caso». Wolgin señaló la importancia de que los niños reciban asistencia legal para «navegar» por el complejo proceso migratorio y, aunque el Gobierno ha puesto en marcha un programa para reclutar a un centenar de abogados y asistentes legales voluntarios que acompañen a los menores en el proceso, consideró que «es necesario hacer más».
Las embajadas de Honduras, Guatemala y El Salvador están trabajando coordinadamente desde Washington para atender esta crisis, puesto que muchos de los menores tienen ya familia en EE.UU.
La vicecanciller para los Salvadoreños en el Exterior, Liduvina Magarín y el director de Migración, Héctor Rodríguex, visitarán la próxima semana la base de Fort Brown (Texas) y los centros de detención de inmigrantes de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) en Puerto Isabel y Karnes City.
El consulado de El Salvador en Tucson (Arizona) informó que unos 1.154 menores de edad indocumentados están albergados en Tucson, de los que al menos 379 son de su país.
El embajador de Honduras en Washington, Jorge Milla Reyes, ha expresado su preocupación por esa posible deportación de los menores y aseguró que su Gobierno está evaluando si encajaría en el marco de la legalidad internacional.
Durante su visita esta semana a Washington, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, reclamó a Estados Unidos «hacer más» para ayudar a Centroamérica a combatir la violencia del narcotráfico que repercute en la huida masiva de niños, a los que considero «desplazados de guerra».
México repatrió más de 6.000 menores
Más de 6.000 niños y adolescentes mexicanos que migraron clandestinamente y sin acompañante a Estados Unidos fueron repatriados en los primeros cuatro meses de este año, un proceso por el que ya habían pasado la gran mayoría de estos menores, informó el sábado la cancillería mexicana.
«Del 1 de enero al 30 de abril de 2014, la red consular mexicana proporcionó asistencia a 6.244 menores mexicanos no acompañados de Estados Unidos en su proceso de repatriación a México», indica un boletín de la secretaría de Relaciones Exteriores.
De ellos, «el 76,87% son menores que han tenido más de una detención en su intento de cruce de la frontera. De éstos, el 21,02% ha tenido más de cinco detenciones», precisa el parte.
La cancillería explicó que tras ser interceptados, «los menores no acompañados son transportados a las estaciones de la Patrulla Fronteriza (estadounidense) y son puestos en salas de retención», para luego ser puestos a disposición de agentes migratorios de México.