Las escuelas de negocios de nuestro país se han convertido, en número creciente, en habituales en los listados internacionales en el ámbito de la formación de posgrado y de ejecutivos. Por varias razones de distinta índole se explica por qué una serie de centros de posgrado españoles son admirados en todo el mundo.
En primer lugar, para estar bien clasificado en estos rankings, hay que quererlo y trabajar para ello con regularidad. Marcárselo como un objetivo estratégico y dedicar tiempo, esfuerzo y recursos a la preparación de estas clasificaciones. Un enfoque que adoptaron hace más de una década nuestras escuelas de negocios. Hay que conocer la mecánica y metodología de estos listados, saber quién las elabora e influye en ellas. En definitiva, competir para lograr una posición privilegiada en ellas.
Pero hay más factores. Las escuelas de negocios, generalmente privadas, se han desarrollado en un sector casi sin regular por lo que han respondido a sus propias necesidades y objetivos. Están obligadas a competir para atraer alumnos, puesto que no los tienen asegurados como las universidades públicas, que son las que dominan el sistema universitario español. No les queda más remedio que mejorar año a año para no quedarse atrás y tienen toda la autonomía para tomar sus propias decisiones estratégicas, mientras que las universidades públicas no la tienen.
Además, sus directivos y decanos son generalmente ejecutivos, y están muy ligadas al mundo empresarial.
En las escuelas de negocios lo que no funciona se elimina, están orientadas a la empleabilidad de sus alumnos y tienen más en cuenta en su formación la inteligencia emocional y la importancia de las relaciones sociales en el ámbito profesional.
La metodología es participativa, aplicable y crítica y se orienta a generar competencias e investigación aplicada.