El euro se encuentra en su máxima cotización desde noviembre de 2011, 1,38 dólares. La apreciación del euro frente al dólar no es un fenómeno nuevo, aunque ahora, su repunte coincide con los últimos acontecimientos en Estados Unidos. La posibilidad de que ese país se declarase en default asustó a algunos inversores importantes que buscaron refugio en Europa. Tampoco juega a favor del ‘billete verde’ la anunciada retirada de estímulos económicos por parte de la Reserva Federal (Fed). Y no sólo eso: “también, ha mejorado la sensación de recuperación de Europa”, apunta Iván San Félix, de Renta 4.
Pero Europa no mira necesariamente con buena cara la fortaleza de su moneda única. La cuestión ya causó debate a principios de año, y ahora vuelve a ser motivo de atención porque el euro ha subido un 8% desde la primavera.
Una vez más, Alemania y Francia tienen puntos de vista encontrados. En febrero, el presidente francés, François Hollande, quería impulsar desde el Consejo Europeo una política de cambio común que sostuviera la recuperación económica. En pocas palabras, que se tomaran medidas para bajar la moneda única. Una propuesta que fue ‘tumbada’ desde Berlín porque Alemania nunca se ha sentido incomoda con un euro fuerte.
Las diferencias tienen su raíz en las exportaciones. Las exportaciones alemanas no se ven tan perjudicadas como las francesas por la fortaleza de la moneda. Alemania no estima que el euro fuerte perjudique la competitividad. “El euro es, de alguna forma, heredero del marco. Alemania durante toda su historia económica, desde la Segunda Guerra Mundial, exportó con una moneda fuerte. Se basa en que venden productos de gran valor añadido. Además, no consideran un problema si el euro se refuerza porque conseguirán más dólares por cada euro que venden”, explica José Ramón Pin, profesor del IESE.
El Deutsche Bank apuntaba a principios de año a que la apreciación del euro si podría ser un motivo para que el Banco Central Europeo (BCE) retrasara el retorno a la ‘normalidad’ de su política monetaria.
Lo cierto es que el presidente del BCE, Mario Draghi, ya ha dicho en muchas ocasiones que mantendrá las medidas extraordinarias el tiempo necesario para que se consolide una recuperación económica.
Los expertos se plantean en qué medida un euro disparado puede frenar o perjudicar la tímida recuperación de la eurozona, independientemente de cómo afecte a la ‘locomotora alemana’. No existe un consenso. Mientras que analistas de BNP sitúan en 1,32 dólares-euro, el límite a partir del cual, la eurozona perderá competitividad; en Deutsche Bank lo hacen en 1,37.
Desde las instituciones europeas, de momento, no hay muestras de alarma ni declaraciones oficiales. Únicamente el Vicepresidente de la Comisión Europea y Comisario de Industria, Antonio Tajani, ha efectuado, a lo largo del tiempo declaraciones “a título personal” en las que estimaba que “el euro está muy alto”.
Tajani le da así la razón a aquellos que piensan que la moneda europea cotiza por encima de su valor real. Una tesis que apoyaría la última actualización, del mes de julio, del Índice Big Mac que realiza el semanario The Economist. Así mientras que un Big Mac cuesta de media en Estados Unidos, 4,56 euros; en la eurozona, son 4,66 euros.
El indicador demostraría que el euro está sobrevalorado un 2,2%. En un examen por países, España no quedaría del todo mal. España es el país que menos difiere en el cambio de dólar a euro, pues la venta del ` Big Mac´ sólo se diferencia en 6 centavos.
La mayor disparidad en el valor del euro se da en Grecia, donde el precio de venta de la hamburguesa insignia se halla un 26,8% más barato que en Estados Unidos. En el lado opuesto se encuentra Finlandia, cuyo precio es un 15,6% superior.