Algunos de los hijos de la fallecida Cayetana Fitz-James Stuart se han quejado en voz alta de las distintas valoraciones que las publicaciones especializadas han realizado del patrimonio de la Casa de Alba. El mensaje de fondo era que la fortuna era menor de los 3.000 y los 2.800 millones de euros en los que, respectivamente, fue tasada en 2013 y 2014 por la revista Forbes. ¿Mucho menos? En ningún caso han aportado cifra alguna de su propia cosecha.
La muerte de la Duquesa de Alba pone en manos del Duque de Huéscar no sólo el peso de la historia de la Casa; también será el gestor de la Fundación, que fue creada en 1975 y que tendrá la responsabilidad de preservar un extraordinario legado con un valor económico estratosférico. La oportunidad es de oro para poner en valor una fortuna inmensa, seguramente imposible de calcular hasta ahora para los descendientes de Cayetana.
Aunque la Duquesa había repartido su herencia en 2011, ha gozado del usufructo de todos sus bienes hasta el momento de su muerte. Ahora, sus hijos tienen la oportunidad de hacer un ejercicio de transparencia para evitar lo que el Cayetano Martínez de Irujo ha calificado alguna vez como “un cálculo a ojo de buen cubero”.
Con el patrimonio de la Casa de Alba no caben las valoraciones exactas (sólo tasar a precio de mercado sus grandes fincas y el resto de los activos inmobiliarios sería un trabajo hercúleo para los especialistas que duraría años), pero está por ver si quienes llevan años quejándose en voz alta de la falta de precisión de las valoraciones (las tasaciones van desde los 600 hasta los 5.000 millones de euros) arrojan la luz suficiente para acabar de una vez con las dudas o si el de la Fundación Casa de Alba va a seguir siendo uno de los secretos mejor guardados del país.