Si Diego Costa pierde ese fútbol vertiginoso que le hace ser un incordio para las defensas se queda en un delantero demasiado previsible. La timidez dentro del campo no le sienta bien a un tipo que es un guerrero. En la primera parte no se vio la mejor versión del jugador que es el alma del Atlético. No brilló por la función que le tocó desempeñar ante Italia. Vicente Del Bosque le ubicó como delantero centro puro, encajonado entre los centrales italianos (Barzagli y Paletta), y jugó de espaldas a la portería. Alrededor de él gravitaron los ‘jugones’ Iniesta, Pedro y Cesc. Abusaron de una jugada en la que Italia no se sintió amenazada. Balones al pie de Costa, paredes y vuelta a empezar. Acciones con las que intentaron las penetraciones al área sin éxito. Buffon no tuvo que realizar ni una parada en toda la primera parte.
España se hizo pronto con el control del partido, con Thiago de titular en el centro del campo junto a Busquets, y Jordi Alba corriendo la banda izquierda para poner centros. Italia cedió la pelota, se echo atrás y esperó a robar para contragolpear. Entre el fino lateral derecho de pierna izquierda, Criscito, y su delantero, Osvaldo, avisaron en un par de acciones a Iker Casillas. En el minuto 4, Criscito envió un balón al palo. La decisión de Del Bosque de darle la titularidad a Casillas confirma que será el que defienda la portería en el Mundial de Brasil.
El atractivo de este encuentro amistoso, que sirvió para homenajear a Luis Aragonés en un Vicente Calderón que no se llenó, era comprobar cómo quiere jugar Del Bosque con Diego Costa. Adaptarse al ritmo y la velocidad con la que los talentosos futbolistas españoles mueven el balón de un lado a otro del campo no le fue fácil para un delantero que está más acostumbrado a contragolpear y jugarse los balones en acciones individuales. Costa le dio prioridad al sentido colectivo y renunció a ese juego vertiginoso que le hace diferente. Le faltó precisión en algunos de los controles del balón y jugó demasiado centrado.